miércoles, 23 de febrero de 2011



"Jerusalem"


Iba bajando por las escaleras de piedra,
prisionera por el barullo que me rodeaba,
y enrejada sin pena.
Iba casi saltando sobre los siglos
que a mis pies se rendían.
Y a lo lejos, ¡tan lejos!
estaba el Muro.

Me esperaba.

Y fuí con los bolsillos llenos de anhelos
y suspiros escritos.
Y cuando me dí cuenta,
tuve el alma llena de gritos.
Aún ahí, se cometía la injusticia
de separar los sexos.
Aún ahí, ante el Muro sagrado,
era fuerte la ignorancia.

Y fuí como impulsada
por el ansia de Justicia
hacia las paredes santas.
Creando vientos y tormentas
al ser mujer, y sentirme discriminada.
De repente todo se paró.
Se detuvo el viento
y la lluvia quedó a medio camino,
entre la tierra y el cielo
sin decidirse a caer.

Y todo aquello que pensé importante
se disolvió en el aire dorado
con aroma a Pasado.
Y vino la paz.
La sentí como un bálsamo,
como Madre acariciando cada átomo
suave, suave...
Y mi corazón se calmó al ritmo de un vientre
cálido y blando.
Y fuí caminando,
acercándome más y más
hacia esas paredes
que aguardaban pacientes,
en medio de un Silencio
blanco y sordo
que me llamaba,
único.

Fuí flotando, y mis pies no rozaron el suelo.
Tenía las manos quietas.
Y todo mi cuerpo sintió la fuerza mágica,
magnética, de lo sacro.
Mi Ser fue atraído como un imán hacia la pared.
Quedé pegada rápidamente y entonces
hubo un antes y un después.
Y nada fue igual, nada.

Al tocar esa pared con las palmas y mi frente,
no me fue posible salir.
Se creó un puente de Luz entre El y yo.
Y dejé de existir junto al Mundo.
Ya no hizo falta el tiempo,
y la noción del espacio
perdí por completo.
Y sólo existió esa Luz
entre el Altísimo y yo.

Nada más, nadie más.
No hizo falta nada más.
La comunión fue completa, total.
La entrega absoluta.
Todo se esfumó de la mente,
mi vida anterior, la identidad,
nada quedó.

¿Cuándo fue el momento
que despertó en mí, un pequeño aviso?
No lo sé.
Sólo que fue, al promediar el día.
Cuando suavizó su radiación la luz externa,
al salir muy tímida, la primera estrella.
Cuando se limpiaron mis culpas por completo,
en las aguas purísimas del verdadero Amor.
Al pedir perdón y ser al instante concedido.
Al darme cuenta de cuánto Amor me rodea,
del Amor que nos crea, del que somos.
Al saber que siempre estamos protegidos,
amparados y amados,
fué que pude despegarme y volver...

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