martes, 26 de mayo de 2015

CHARLES AZNAVOUR : LA BOHEMIA de PARIS en español / Música romántica francesa antigua


Marie-Guillaumine Benoist, la pintora que se adelantó a su tiempo



Por  | Arte secreto 
'Retrato de una negra' (1800), de Marie-Guillaumine Benoist | Crédito: Wikipedia.
En los últimos años del siglo XVIII y comienzos de la centuria siguiente, la existencia de mujeres dedicadas profesionalmente a la pintura era casi una “anomalía”, una rareza en la que apenas despuntaban un pequeño grupo de artistas, siempre pertenecientes a las clases media y alta.
La Francia de aquella época no era una excepción, y en aquellos años apenas se conocían unas pocas mujeres artistas, entre las que se encontraban Margerite GérardAngélique MongezAnne Vallayer-Coster o Élisabeth Vigée-Lebrun. Todas ellas, incluida nuestra protagonista, Marie-Guillemine Benoist –alumna de la anterior–, habían conseguido superar la severa moral de su época, haciendo realidad su sueño de convertirse en artistas, un territorio generalmente reservado a los hombres.
Pero a pesar de esa “victoria”, su pintura todavía estaba sometida a rígidas normas y convenciones: por lo general se reducía a escenas sentimentales y moralizantes de la vida familiar, retratos de niños y mujeres o temas semejantes.
Sin embargo, esas ataduras iban a verse eliminadas en la que terminaría por ser la pintura más célebre de Marie-Guillemine Benoist, un lienzo titulado ‘Retrato de una negra’ (1800), en el que su autora no sólo abandonaba los temas que había representado hasta entonces, sino que se adelantaba a su tiempo al convertir su obra en un alegato que criticaba el racismo y la opresión sufrida por la mujer.
Marie-Guillemine había nacido en 1768 en el seno de una familia de la aristocracia francesa, y su padre ocupó importantes cargos en la administración de la corona, entre ellos un ministerio con Luis XVI y más tarde puestos diplomáticos, como el de cónsul en Rotterdam.
Esta vinculación familiar con la monarquía francesa, que se reforzaría tras su matrimonio con el banquero y leal realista Pierre-Vincent Benoist en 1793, le permitieron dedicarse a su pasión –la pintura–, pero también la pusieron en grave peligro durante los terribles años del llamado Reinado del Terror, a raíz de la Revolución Francesa.
Antes de esos años turbulentos, la artista se había formado junto a la pintora Élisabeth Vigée-Lebrun, y más tarde con el célebre Jacques-Louis David. En 1791 el talento de la joven Marie-Guillemine destacó en el Salón de París, donde expuso por primera vez, obteniendo un notable éxito con una pintura de temática mitológica, ‘Psique despidiéndose de su familia’.
'Autorretrato', de Marie-Guillaumine Benoist | Crédito: Wikipedia.Ocho años más tarde, sin embargo, presentaba al Salón de París una obra muy distinta, alejada de las convenciones impuestas a las mujeres artistas. El lienzo ‘Retrato de una negra’ no sólo dejaba atrás el estilo de sus obras anteriores, por lo general retratos y pinturas de género realizadas al pastel, sino que además suponíauna llamativa mezcla de estilo clasicista y romántico.
La obra, hoy en el Museo del Louvre, muestra a una joven negra semidesnuda –con un seno al descubierto–, reclinada en una lujosa silla y ataviada con un vestido blanco de aires clásicos. Laacertada contraposición de tonos oscuros –la piel de la joven– y claros –el inmaculado vestido blanco y el fondo uniforme de la escena– se une al toque de exotismo que proporciona la propia figura y el pañuelo que cubre su cabeza, a modo de turbante.
Más allá del abandono de la temática que era propia de una mujer artista en aquel tiempo, la obra no sólo sorprendió por presentar a una mujer de raza negra como protagonista, sino que además Benoist había cometido la osadía de plasmarla siguiendo la convención tradicional europea, reservada a mujeres blancas de clase alta.
Como era de esperar, y aunque las respuestas a la obra de Benoist fueron variadas, abundaron las reacciones negativas a la pintura. Críticos como el monárquico Jean-Batptiste Boutard no dudaron en atacar a la obra y a la artista, afirmando, entre otras cosas, lo siguiente: “¡Nadie puede confiar en la vida después de semejante horror! Ha sido una mano blanca y hermosa la que ha creado estanegrura”.
Pero Boutard –y otros muchos como él–, criticaban especialmente que Benoist hubiera vulnerado las normas estéticas de la época, sobre todo aquellas que se esperaban de una mujer dedicada a la pintura.
Sin embargo, hoy los estudiosos coinciden en señalar que la obra de Marie-Guillaumine Benoist eramucho más que una simple osadía estética y temática de una mujer artista un tanto “díscola”.
Unos años antes de realizar su obra, en 1794, se había producido la promulgación del Decreto de Emancipación, por el cual se abolía la esclavitud en las colonias francesas. La esclavitud estaba prohibida en la Francia continental desde la Edad Media, pero seguía practicándose en las posesiones coloniales.
Algunos autores han sugerido que Benoist quiso celebrar la ley que abolía la esclavitud colonial –duraría poco, pues en 1802 Napoleón la restauraría de nuevo, además de instaurar un ‘código’ que lleva su nombre y que imponía duras restricciones legales y sociales a las mujeres y a la inmigración negra a Francia–, pero es muy posible que la artista quisiera ir mucho más allá.
'Retrato del ciudadano Belley', de Girodet | Crédito: Wikipedia.A finales de siglo XVIII, coincidiendo con la Revolución Francesa, se había producido en Francia un breve aunque notable movimiento de corte feminista en el país, y todo parece indicar que, pese a sus simpatías monárquicas, Marie-Guillaumine no dudó en mostrar su adhesión a aquellas ideas.
Así, su retrato de la joven negra –al parecer una criada de su cuñado, que había llegado de las colonias–, no sólo se erigía en un alegato contra la esclavitud, sino también en una reivindicación –aunque tímida– de los derechos de la mujer. Un mensaje que Benoist incluyó al plasmar la figura de la joven negra, que simbolizaba al mismo tiempo la esclavitud y a opresión de la mujer en la época.
Si hubiera deseado hacer únicamente una defensa de la erradicación de la esclavitud habría sido suficiente con plasmar a un hombre de raza negra, pero al escoger a una mujer, Benoist identificaba al mismo tiempo la injusticia del racismo y la esclavitud con la opresión sufrida por las mujeres. Un mensaje reforzado, además, al plasmar a su protagonista siguiendo las convenciones estéticas reservadas a mujeres blancas, y pintando un tema ajeno al que debían representar las mujeres artistas.
Curiosamente, tres años antes otro artista, Anne-Louis Girodet, había pintado también el retrato de una persona de raza negra: el ‘Retrato del Ciudadano Belley’ (1797). Sin embargo, en aquel caso había varias diferencias con la obra de Benoist.
El lienzo había sido pintado por un hombre, y representaba a un hombre. La obra reivindicaba los ideales democráticos de la Revolución Francesa –igualdad, libertad y fraternidad–, mostrando a un ciudadano negro que había recuperado su libertad y que había obtenido un papel importante gracias a la revolución.
La pintura de Benoist iba más allá, al presentar a una mujer de raza negra como protagonista de su obra. Un lienzo que se convertía así en una de las primeras manifestaciones artísticas en defensa de los derechos de la mujer.

lunes, 4 de mayo de 2015

Amrita Sher-Gil, la "Frida Kahlo" india

La pintora llenó sus obras de sensualidad y color

La artista rodeada de alguno de sus retratos | Crédito: Hungarian Academy of Arts.La artista rodeada de alguno de sus retratos | Crédito: Hungarian Academy of Arts.
Un espíritu libre. Esa es la expresión que mejor describe la vida y la obra de la pintora húngaro-indiaAmrita Sher-Gil. Una libertad que expresó en su vida cotidiana e íntima –tuvo numerosos amantes, tanto hombres como mujeres–, pero también, y sobre todo, en su modo de concebir la pintura, a través de una singular fusión de dos mundos: Occidente y Oriente, pues Amrita perteneció a ambos y en ambos se forjó su estilo y su personalidad.
No en vano, Sher-Gil nació en Budapest en 1913 fruto de la unión de Umrao Singh Sher-Gil Majithia –un aristócrata Sikh estudioso del sánscrito y la lengua persa– y Marie Antoinette Gottesmann, una reputada pianista y cantante de ópera de origen judío. Los primeros años de su niñez los pasó en la capital húngara, aunque con sólo ocho años, en 1921, se trasladó junto a su familia a Summer Hill, en Shimla (India).
Fue allí, y a tan temprana edad, donde comenzó a estudiar piano y violín junto a su hermana pequeña Indira, con quien no tardó en realizar algunos conciertos en el Shimla Gaiety Theatre. Su relación con el mundo del arte se forjó también en aquellos años, cuando comenzó a estudiar pintura de modo formal, aunque sus primeros estudios serios se produjeron en 1924. Ese año ingresó en la escuela de arte Santa Annunziata de Florencia, ciudad a la que acudió con su madre después de que ésta conociera a un escultor italiano.
Retrato de Amrita Sher-Gil.Retrato de Amrita Sher-Gil.Fueron sólo unos meses, pero aquel primer contacto con la obra de los grandes maestros italianos dejó una fuerte impresión en la jovencísima Amrita. Tres años más tarde, a la edad de dieciséis, Sher-Gil volvió a abandonar la India en compañía de su madre, en esta ocasión con destino a París. Allí continuó sus estudios de pintura, primero en la Grande Chaumiere –donde tuvo como maestros a Pierre Vaillant y Lucien Simon–, y más tarde en la prestigiosa École des Beaux Arts, entre 1930 y 1934.
Sus primeros años en París estuvieron marcados por la influencia artistas como Cézanne, Gauguin o Modigliani, pero también de su maestro Lucien Simon y de sus amigos y amantes de la época, todos ellos pertenecientes a esa bohemia creativa del París de finales de los años 20 y comienzos de los 30.
En 1933 Amrita consiguió un notable logro: una de sus pinturas de aquel año, ‘Chicas jóvenes’ (1932) –quizá su primera gran obra– fue escogida en el Salón de París, un reconocimiento que la convirtió en la artista más joven –y la única de origen asiático– en conseguir tal distinción. Pese al éxito, la jovencísima Amrita sentía que le faltaba algo importante para crecer y consagrarse como artista.
De hecho, sólo un año después, en 1934, sintió el irrefrenable deseo de regresar a la India, llevada por la convicción de que era allí donde se encontraba su destino como pintura. Una vez de vuelta en el país de su niñez, Amrita se lanzó a cumplir un deseo que la obsesionaba desde hacía tiempo: redescubrir las tradiciones del arte indio. Allí conoció al crítico de arte y marchante Karl Khandalavala, quien la animó a perseverar en esa búsqueda y la guio en el camino a seguir paradescubrir sus raíces indias.
'Sueño' (1933) de Amrita Sher-Gil | Crédito: National Gallery of Modern Art, New Delhi.'Sueño' (1933) de Amrita Sher-Gil | Crédito: National Gallery of Modern Art, New Delhi.Fue así como Amrita conoció las obras de las escuelas de Mughal y Pahari, las miniaturas de Kangra y las pinturas murales de las cuevas de Ajantā, creaciones todas ellas que comenzarían a influir poco a poco en su trabajo. Desde entonces, las pinturas de Sher-Gil comenzaron a llenarse de escenas de la vida cotidiana india, de sus mujeres, de sensualidad y colores brillantes y vibrantes.
Su búsqueda continuó en 1937 con un viaje al sur del país, donde encontró la inspiración para lo que se ha venido en llamar “trilogía del sur de la India”, compuesta por las pinturas ‘El baño de la novia’, ‘Brahmacharis’ y ‘Campesinos del sur de India yendo al mercado’. Son obras en las que se aprecia claramente esa obsesión por el color y una más que evidente empatía hacia las clases desfavorecidas de la India, a cuyos miembros representa a menudo rodeados por la pobreza y la desesperación.
Aunque Amrita estaba vinculada por razones familiares y de clase con el Raj Británico, siempre mostró su simpatía por el Congreso Nacional Indio –el partido que acabaría liderando la independencia India–, así como su fascinación por la filosofía de Gandhi y su amistad con Jawāharlāl Nehru, a quien algunos autores señalan como uno de sus amantes.
Los últimos años de su vida los pasó en Saraya (estado de Uttar Pradesh), en una casa propiedad de la familia de su padre, a donde se mudó con su marido y primo hermano, el doctor Victor Egan. Allí continuó pintando sus óleos cargados de sensualidad y color, de escenas cotidianas indias, en aquel tiempo con una clara influencia de los “Dos Tagore”, Rabindranath y Abanindranath.