martes, 31 de mayo de 2011

"Eterna"

Ulula fuerte el viento,
y se estremece la piel de primaveras
en los rostros velados
por olas blancas, y en cada silencio
de un tiempo de sirenas.

Vistes de oro y rojo, no disimulas.
Y esos ojos...
a tu mirada temeraria
le escapan todos los miedos,
todos los deseos.
Mirarte,
es cegarse con tus misterios.

Y si acaso sonríes
se siente como si amaneciera.
Enjoyada de rocío y días jóvenes,
fresca como una rosa,
los años pasan sin mirarte siquiera,
de ellos absorbes, sólo conocimiento.

Eterna Mujer/maga
Eres la estrella, el norte, la luz,
seguirte es seguir el destino.
Hollar tus pasos,
encontrar el camino.

Misterio resuelto
de sencillez infinita
en lo secreto.
Das y tomas,
atraes, rechazas.
Eres eterna en tu aparición fugaz
e instantánea,
de infinitos.
"Memorias"

En las cavernas
los Dioses aullaron un pedido Eterno.
Atenta, les pinté sueños
que de a poco se desvanecieron
como humo desgastado, viejo.

Entonces, emprendí el viaje
junto al alba de la humanidad.

Sentí el placer del león
en los reinos de tinieblas.
Rasgaron todos los velos
de la memoria, relámpagos imprevistos.
Pura fuerza destellante.
Aquel cielo incandescente
se iluminó con la suma de mis historias.

Ráfagas fulgurantes, trozos de mosaicos
volaron, desnudando vidas tan distintas!
Surgió entonces el eco de todas mis voces,
y luces y sombras danzaron febriles,
en imágenes talladas por el buril cósmico.

Ahora vivo en mil personas,
habito bajo todas las máscaras,
los conozco, son mis niños,
he parido a sus egos.

Y me elevo y desciendo
con cada caída, y en cada vuelo.
Y salen de mí palabras y más que nada, silencios.

Mil paraísos perdidos me hacen el amor
mientras duermen su sueño.

Camino dentro del borde de mí misma,
en un círculo perfecto de estrellas
que absorbo, rutilantes.

Y vive todo en el momento preciso,
y vibra su latido idéntico,
en simultáneos Milenios,
en Universos paralelos.

Delia

lunes, 30 de mayo de 2011

"Íntimo Esplendor"

" Es una atmósfera mágica,
perderte dentro
para encontrarte más tarde.

Los Dioses miran...
Luz y sangre destellan las cuentas
en un incendio de gemas.

Mientras las viejitas
tejen hilos almibarados,
estalla la luna naranja 
en los pàrpados.

La música enloquecida,
las frases secretas, peregrinas,
y los astros, 
marcan los días esfumados.

Incandescente, 
el incienso se refleja en el cristal.
Ya me visto de noche y estrellas,
para ir de tu mano
a descubrir el planeta.

El vuelo de la luciérnaga y el del águila,
parpadean entre las velas,
cincelando la flor de oro que se expande
embriagando mi pecho.

Nos internamos en el ayer de los siglos,
en la voz interna,
en el sol frío de nuestro espíritu,
casi en la frontera...

Entonces con sed abrasadora,
bebemos juntos de la fuente de la vida,
y vemos crecer a una violeta
palpando asombrados el vientre de la tierra.

Acrisolamos el tormento de los soles eternos
dentro del mágico carrousel de un momento.
Y volamos sobre la libertad
dejando atrás el horizonte atávico,
ya que ahora, sin huellas ni auroras,
somos viajeros del tiempo y del espacio.

Y la gracia de tus pensamientos
florece con los míos,
son exquisitos; 
centelleantes como campanas rituales.

El viento ulula en mis brazos,
entre las tinieblas salvajes, la luz y el rayo;
y es nuestro el amanecer, 
junto a la sagrada inmortalidad del ocaso."



Delia
"El Consultorio"

Entro al Consultorio respirando algo rápido, miro el lugar, el mobiliario, sobre todo las sillas - algunas permanecen vacías - como aguardando a los sufridos pacientes. Son de un verde lavado, que no dice nada. Espero que me atienda alguien, no sé, una secretaria… alguien. No viene nadie a mi encuentro, tampoco ubico algún recoveco donde pudiese estar metida. Me siento entonces.

Frente a mí está ubicado un señor que viste de negro. Observo su cara de asceta, bien árida, rigurosa, parece que contuviera el filo de una hoja de afeitar. Lo miro, y algo por dentro se encoge, como una plantita que tenía savia, que alguna vez tuvo vida, mientras ahora yace estrujada, hasta escucho el ruido que hace…
Sus ojos no me miran y agradezco tanta suerte, ya que podría jurar que aquello que miren perece, como si emanaran un frío que congela en el acto. Aprovecho la circunstancia, para fijarme un poco más en él, y noto que su cara tiene la misma coloración de las sillas, un ramalazo verde cruza su rostro en diagonal. La tiene marcada de surcos tan hondos, tan abismales, que de seguro si uno tira una monedita a alguno de ellos, no oirá jamás el ruido al caer…

En ese momento, llega hasta mí una joven que parece ser la secretaria del lugar. Tiene en sus manos una agenda y una lapicera. Pregunta con voz casi inaudible mi nombre. Se lo digo, y aparece una débil semi- sonrisa al constatar que estoy anotada. Acerca su cara, para saludarme con un beso que resulta impalpable. Cualquiera que la vea, podría decir que también es insípida e inodora. Lo de incolora está a la vista. Se aleja con pasitos menudos como saltando casi ingrávida, y en un instante parece desaparecer en el aire ¿...?

Como da la impresión que tengo para rato, me entretengo observando a las demás personas.

El hombre a mi derecha, silla de por medio, es por completo diferente al primero. Corpulento, seboso y ceroso. Muestra protuberancias en su rostro como montículos de grasa sin utilidad alguna, salvo el despertar asombro y unas ganas salvajes de desparramarlos de forma más armoniosa. Esparcirlos, amasarlos, aplastarlos, como si fueran de arcilla, lo que sea, pero que quede todo más parejito. Eso me doy cuenta, mirando sólo por el rabillo de mi ojo derecho por supuesto. Se pone a hablar con una señora frente a él, y noto que sus mofletes se mueven al hacerlo. Corren de Este a Oeste, movidos por un viento interno. El resultado no deja de ser gracioso. Es la cara de un hombre mayor, con mejillas movedizas, saltarinas, que semejan tener vida propia e independiente. Aunque en un momento dado que se vuelve hacia mí, me doy cuenta que de frente inquietan con pensamientos de cierta lascivia, porque semejan una vulva…

Rápidamente vuelvo mi cara hacia adelante. Ya no está el hombre verdiseco. El asiento de la silla que lo sostuvo, despide una sensación de aridez, quedó estéril a mi entender. Ningún microbio, ni bacteria, podrá a partir del momento en que se sentó, tener vida.

Suena el timbre y aparece de la nada como flotando, la secretaria. Abre la puerta o se abre sola, no sé bien, y veo a un señor con el cuerpo tan encorvado, que semeja una U puesta al revés. Para hablar con él, la joven mira hacia el suelo. El hombre tiene un rostro largo, tanto, que veo cómo con la barbilla levanta nubecitas de polvo de la alfombra. Luego se sienta atrás, fuera de mi vista.

De pronto se escucha un estruendo terrible, un grito, quejidos, y se abre la puerta del Consultorio de golpe, saliendo como una exhalación el hombre enjuto, que casi de inmediato desaparece.

Apoyándose en el marco, aparece el Odontólogo temblequeando, vestido con un delantal semejante al de un matarife, gris, repleto con manchas rojas. De su mano izquierda cuelga con impericia, lo que parece un peligroso y enorme torno, aún zumbando. Está muy pálido, empapado de transpiración. Trata de hablar pero no le sale sonido alguno. ¡Es idéntico a Mr. Bean! ese personaje tan simpático del Reino Unido…pero ¿acaso es éste el dentista que me toca? Noto que me señala con un dedo que sufrió un impresionante tarascón - dado por el anterior paciente sin duda -  que cuelga a media asta. Ese dedo me señala como si fuera el brazo de la Justicia Divina, acusándome de todos los pecados cometidos por mí, desde que era un organismo unicelular hasta la fecha. Me levanto aterrorizada, no puede ser que tal energúmeno, ose realizar algún trabajo dental en mi boca. Llego hasta la puerta, olfateo como perro de presa el miedo de él -  mayor aún que el mío - y echo un vistazo rápido por dentro. La silla dental con todos los instrumentos de tortura, está volcada. Un chorro de agua sale todo el tiempo hacia el aire, empapando todo. Encima de la mesa, bien a su alcance, hay un: “Manual para lograr ser Dentista en Diez lecciones” Primeros pasos, etc…
Seguramente mi boca se abrió sola en una O gigante, producto del asombro ante tanta improvisación, lo cual aprovechó el “Profesional” con sus ojos bizcos, para intentar enchufarme el torno a diestra y siniestra, sin interesarle demasiado cuál era el diminuto problema que me llevaba hasta ahí.

¡Salí como flecha de tal pesadilla! Tan veloz que dice la leyenda, pareció un tornado! ¡Se levantó una nube de tormenta pocas veces vista, arrasando con todo! Con semejante torbellino, se quebraron todos los vidrios, volaron sillas con pacientes incluidos, la mesa, la secretaria, el Manual, y hasta el torno quedó dando vueltas como una calesita...



Delia
"Siete Haikus"

La luna danza
En el agua que bebo.
¡Qué maravilla!

Cubre la bruma
Impúdica desnudez
De las colinas.

Me guiñas lejos,
Tan lejos y tan cerca
Tú, mi estrella.

Las olas lavan
Tristezas y lamentos
Y no se quejan.

Bate sus alas
Precioso arco-iris
Dulce colibrí.

Baja el telón
Tras un fin magnífico
Se pierde el sol.

El firmamento.
Catedral del Silencio
Sagradas luces. 



Delia

"Mi Vida es el Arte" - Para que me comprendan mejor -

¿Porqué digo que mi vida es el arte?. Tengo recuerdos tan tempranos que los asombrarían. Pero mis primeros recuerdos felices, se remontan a cuando tenía poco más de dos años. En esos tiempos, la música me llenaba por completo. Era una música propia, jamás escuchada, y semejaba los cantos de una sirena. Lo supe más tarde. Dentro de esa música vivía, cantaba y danzaba. Al hacerlo, nada más existía para mí. Era una con la Danza, una con el Canto, una con la Música, y el Mundo entonces era un Mundo bueno, un Mundo donde nada terrible podía sucederme jamás. Más tarde, a veces, hasta caminaba por la calle en puntas de pies. Hubo varias ocasiones durante las cuales mis padres me llevaron con ellos, a almorzar a un restaurante que se llamaba "El Plata" en la Ciudad de Córdoba, donde nos trasladamos poco después que naciera. Fuimos varios domingos, y recuerdo que había un joven tocando el piano durante esos almuerzos. Entonces, en cuanto lo escuchaba, me levantaba rápidamente y bailaba. Bailaba alrededor de todas las mesas del enorme comedor. Era tan chiquita, que la gente debía asomarse por sobre sus mesas a mirarme. Al final de las piezas, me aplaudían ¡cómo me aplaudían!. Sabía que había nacido para eso, y sentía la más grande felicidad al saber que les gustaba. 

Estando en la escuela primaria, los últimos años comenzaron a realizar la fiesta de fin de curso, en el Teatro Rivera Indarte, el mejor de los teatros de Córdoba. Siempre recordaré cuando las maestras decidieron que participara  en todos los actos de cada uno de los grados.  De manera que canté, bailé y actué en cada escena, cambiándome muy de prisa entre acto y acto. Al saludar, la ovación final de todo el teatro lleno a rebalsar, jamás la olvidaré. Eso me sostuvo durante mi infancia y adolescencia que fueron poco comunes. También me ayudó el escribir historias, e interpretarlas a solas más tarde, muchas veces. Gracias a ciertos recuerdos del plano anterior a encarnar, o sea, gracias a darme cuenta de forma muy válida de quien soy, de quienes somos y del porqué estamos acá en la Tierra, gracias al arte, y en grado sumo también, gracias a mi manera de ser muy positiva, pude sobrevivir a cosas demasiado espantosas que me sucedieron. Por lo tanto ¿cómo no llamar al blog: ¿Mi Vida es el Arte?.

Últimamente, luego de años y numerosos estudios de canto, danza, teatro, algo de pintura  y trabajos corporales diferentes, tuve la alegría de cantar varias veces en un teatro de la ciudad de Buenos Aires. También guardo un recuerdo muy hermoso cuando no hace tanto, estando en Roma, fui a la Chiesa di San Paolo Entro le Mura,  a ver y escuchar diferentes arias de óperas, y en la escena final de la fiesta de Rigoletto, me sacó a bailar un tenor. Lo hice plena de alegría, saludando junto a todos en la ovación final. Aún no comprendo cómo entre tantas personas que llenaban la Iglesia, me eligió. 

Son pequeñísimas muestras, hitos, que indican una vida marcada por otros deberes, no tanto el de hacer volar mi alma de artista. 

Delia (Maitri) 

viernes, 27 de mayo de 2011

"EXPIACIÓN, DESEO Y PECADO"

"Apenas toco el agua suave,
como palpando esa piel.
Apoyo los dedos sobre ella,
confiando en que aún retenga
el sabor de todo tu cuerpo.

Es el momento en que me envuelvo
con un laberinto de rosas.
Intento trepar junto a las flores
por el acero de tu muro,
entibiándolo, macerándolo,
con mi perfume.

Se desliza una estrella
por la espalda,
rodando como perla sobre raso.
Cae sobre la tierra,
y la aplastas sin darte cuenta.

Una iguana, se relame y observa...

Por un instante,
roza una pluma la boca.
Cueva redonda y húmeda,
bien roja de pasión (y rouge).

Y allí, en la biblioteca,
dos gemidos se fusionan
rebosantes de placer.
Más tarde, un grito inaudible,
surge profundo y abismal;
lejano en el tiempo,
cercano en la tempestuosa soledad.

El conocimiento se escapa
consumido en el incendio de tu mirada.
Acaricias redondeces,
curvas y rectas se mezclan fragantes,
como frutas deliciosamente frescas.

Nuevamente danzan los cuerpos
y gime el gozo más que nunca.

Más tarde, me miro en los ojos
secos y finos, de cientos
de muchachas muertas,
que ya no me representan.

Y me lanzo a bailar
en un sortilegio
musical, de agua y silencios.

Llegan las olas
chispeando sobre las rocas.
Resueltas, vienen hacia mí,
que visto mi desnudez
con algas estremecidas.
Luego se alejan llevando consigo
el recuerdo..."



Delia

"LA LADY" LETRA PARA TANGO.-

Te dicen...la Lady, jájá!!
Te dicen la Lady...
¿la lady de qué?
La lady de cuarta, de quinta o de más?!

Pero si cuando te trajeron
de piba, dos machos, machomenos...
te dejamos acá de lástima piba, !sólo eso!

Te la das de finoli, jájá!!
y sin embargo en cuanto
nos descuidamos un poco, te la piantás!!

Dále nena, confesá lo que sos!!
Sos una "gata", una de las finas esos sí,
pero sólo una "gata" nomás.

Al final mi marido
tenía razón, en cuanto te vió
te caló, y me dijo: "ojo con ésa;
que es una atorranta, maloliente y callejera".

No quise creerle
la vida después le dió la razón.
Eras y seguís siendo, una sucia de callejón!

Te gusta la noche,
confesá!, te gusta andar correteando
de aquí para allá.

Y a veces llegás de madrugada
con olor a morfi y cansada...
Decí que ni abro la boca
y te apaño y me callo,
haciendo trizas el corazón!

Pero si viniste hecha una lástima,
te trajeron medio herida,
con la panza partida en dos,
¿qué habrás hecho para eso, digo yo?

Y pensar que te dimos techo,
te dimos comida y un lecho,
¿y así nos pagás, rastrera?

Sos una cualquiera,
y ni te atrevas a negarlo
que tengo pruebas!!

Y si no, que me lo digan
todos los vecinos que te han visto,
el portero y hasta el inquilino.

Me han contado
de vos cosas increíbles!
y aguantándome el lagrimón,
debí agachar la cabeza
de pura verguenza nomás.

Si he visto
con estos ojos,
cómo esa máscara
que la Naturaleza te dió
a vos sí, caradura!!
no se te movió.


Y he visto cómo tus faroles,
esos de color bien turqueza,
se te empañaban por tanta pasión.


Sos una "gata" y así terminarás tus días
de eso estoy segura, no digas que no!!
seguirás siendo una "gata" atorranta y nada más,
que para eso naciste siamesa
!! y chan, chan!!

-------------------------------------------------

De cuarta, de quinta - De lo último.
Machomenos - [no tan machos...]
Piba - Chica joven
Finoli - Que se la da de fina
Piantás - Te rajás o sea, te vas
"Gata" - Una mujer de la vida...
Caló - Se dió cuenta
Morfi - Comida
Apaño - Me callo, no digo ni pío o sea, no hablo
Rastrera - Indigna, baja...
Faroles - Ojos
Chan, chan - Así suelen terminar algunos tangos...

-------------------------------------------------

La verdad es que varios años atrás, el cielo me dió un regalo, ¡el mejor!, dos gatos de la calle llegaron al jardín del fondo de casa, trayendo un bultito que sostenían en la boca, se descolgaron a través de una enredadera, fue la primera y única vez que lo hicieron. No teníamos idea de qué era lo que traían, hasta que luego de uno o dos días se fueron, dejando un bultito color caramelo que parecía un cachorrito de gato. En casa siempre tuvimos perro, no sabíamos de gatos, nada!!; sólo que tomaban leche...
A pesar de que mi esposo me prohibió darle algo para comer o tomar ya que no quería que se quede, probé darle un poquito de leche, ni la miró, me dije - "Qué raro!! - al día siguiente se me cayó un pedacito de jamón de un sándwich y se lo comió de un saque [rápido], entonces supe que le encantaba eso y otro pequeños manjares que fui descubriendo de a poco. Pero esa misma noche mi marido quiso que la sacara a la calle, como se puso bastante mal ante mis dudas, agarré el cachorrito y abrí la puerta de entrada; justo acertaron a pasar dos parejas hablando alto, y se me escapó de los brazos por el susto corriendo de inmediato para dentro de la casa; entonces volví hacia donde estaba mi esposo y le dije: ¿" ves que no es un gato de la calle como decís vos"? - "se asustó y corrió para dentro, se nota que se escapó de alguna casa o algo así" - ante su silencio opté por llamar a una veterinaria amiga que me dijo al saber la historia que en cuanto cerrara la veterinaria, vendría a revisarlo. Al llegar y verla, enseguida me dijo - "Nena tenés una fortuna aquí, es una siamesa pura y está recién castrada" - en ese mismo instante mi esposo comenzó a adorarla, jijiii...
El caso es que al parecer se había escapado de la veterinaria donde la castraron o de la casa en donde vivía, y los dos gatos se dieron cuenta que no iba a ser capaz de vivir como ellos y se ocuparon de buscarle un hogar. Puse un aviso, pero por suerte, nadie lo respondió!! y desde ese momento la Lady ocupa un lugar de honor en mi hogar; ha sido y sigue siendo una compañera fiel a rajatabla, parece un perrito por su fidelidad y amor a toda prueba, entiende todo y a veces hasta parece que hablara.
Ha estado junto a mí, cuando me quedé sola por completo, al morir mi marido y al irse a vivir a otros países mis dos hijos, casi no tengo parientes; asi que ¿acaso no parece que "de arriba" me la quisieron obsequiar??. Y a veces como esta mañana, le canto al despertar, de puro buen humor y ganas, alguna letra inventada de lo que sea, hoy fue esta, [aunque jamás se fue de mi lado] espero que les haya agradado!
Delia

"CUALQUIER NOCHE DE BUENOS AIRES"

Paseo por la noche de Buenos Aires 
y creo que es posible tocarla como si fuera un tul ajado...
La observo, 
y a través de su trama perforada,
paso mi aliento hambriento y cansado
como el árbol, que la horada con sus ramas.

Llego y la noto altiva desde sus torres,
me rodea un extraño perfume
mezcla de fragancias y de lumbre,
de lágrimas estancadas en los sobres.

Camino por sus aceras que corren
con el apuro de los relojes,
infinitas cintas de plata
marchando al ritmo de sus mecánicos corazones;
y veo luces y más luces en un río constante
de estrellas y color;
mientras se enfría el aún humeante asfalto
dentro del esplendor.

Me reciben sosegadas, 
las plazas enmudecidas
que observan como yo,
paredes de ladrillos encendidos
reflejando la luz en un incendio
profundamente mágico
que aquieta el corazón.

De pronto me encuentro con los ojos oscuros
por raza y pena de un niño,
que hasta el alba paseará su infancia desvalida;
a veces la miseria se mira en los cristales, 
y se siente uno impotente y paralizado;
quisiera fundirlo entre mis brazos
para volcarle todo el cariño que le sea necesario.

Ya los pájaros manchados de hollín durante el día, 
vuelan a cobijarse en los recovecos 
de alguna mansión derruída;
ya las moles inhumanas de aluminio, poderosas;
muchas veces ven pasar seres desconocidos
que han perdido su dominio. 

Toda la ciudad posee raíces trituradas de cemento,
desde las cuales brotan los hombres 
como troncos y flores en movimiento.
Algo más tarde, 
la fresca y susurrante sonoridad calla,
todo se calma pesadamente,
se precisa esfuerzo para tragar el aire
y luego de un silencio...
las cosas se sacuden ante los truenos
de una violencia inusitada,
se derrama desde el cielo abierto
una lluvia fatigada, 
y el viento bate en las campanas;
los dedos del tiempo se pliegan
y dentro del eterno corazón de la ciudad,
la lluvia, reza.

Delia

"EL BANDONEÓN Y YO..."

Lo ví en un rincón, junto a jarrones y fotos. Estaba casi acurrucado entre los objetos. Pasaron varios días, y sin faltar uno, lo miraba al pasar, casi de reojo...
Una noche me animé y como estaba de visita en la casa, pregunté si a alguien molestaba que lo tomara entre mis brazos para probarlo. Dijeron que no había problema alguno, así que de pura curiosa lo agarré, me sorprendió que fuese liviano; al verlo una podía suponer que pesaba bastante más.
!Era tan hermoso!, pequeño y antiguo, fileteado de oro reluciente sobre el negro noche del fondo, y con esa pátina sugerente, especial, como sólo los buenos años pueden otorgar.
Tenía como cierto aura, no sé, se sentía muy hondo. Me senté con él sobre mi falda, y así apoyado, probé con alguna timidez los botones de nácar; tenía hileras de ellos, por delante, por detrás. Pensaba que era una caradura, que cómo iba a pretender sacar algún sonido de un instrumento como ése, casi sagrado para el tango. Apenas recordaba mis años de piano, y las notas hacía tiempo que se me antojaban jeroglíficos.
Y sin embargo...
Y sin embargo, en cuanto lo agarré entre las manos, y me animé un poco, fue como si nos hubiésemos conocido de hace tiempo, el rencuentro de dos amigos, de una sola alma.
Fui una con él, me enseñó a escuchar, me envolvió por completo con sus sonidos y en su Silencio...
Permitió que mi cuerpo se amoldara a él y me acompañó. Me dí cuenta lo femenino que es, era una misma esencia la que nos unía, sentía su pasión vibrar en mí, no podía creer que ya de entrada, pudiera arrancar de su corazón de barrio esas notas vigorosas, y aquellas otras sutiles y tiernas como las de un violín. Por si fuera poco, descubrí entonces el fuelle, ese que respira a través de una, y saca todavía sonidos más potentes, diversos, magníficos. Estaba en éxtasis, como si me encontrara meditando, dejaron de existir los demás, el lugar, todo; sólo existíamos el bandoneón y yo; mi cuerpo se ondulaba insinuante al compás que marcaba, dentro de un ritmo sugerido, sinuoso y mágico.
Supe que era sólo para ser tocado por gente apasionada, tan fuertemente apasionada como él.
Luego de ya no sé cuánto tiempo, y teniendo todavía mis ojos cerrados dejé de tocarlo.
Al abrirlos, me dí cuenta que no estaba sola.
Fue un momento de deleite, por completo inesperado y sin igual.

Delia

miércoles, 25 de mayo de 2011

Les recuerdo que todos mis textos y pinturas están registrados 
en Argentina y en Safe Creative. Me gratificaría mucho que 
dejen sus comentarios en mis textos y demás creaciones de 
mi autoría, las que iré subiendo los próximos días. 
Muchas gracias :D

"Viajando con la Señora D" - Primera Parte -

¡Qué contenta se sentía esa mañana, la Señora D! Estaba segura que la iba a pasar muy bien. Había madurado bastante en este tiempo, estaba mucho más centrada; ya no se pintaba el color de a mechones, ahora se lo pintaba íntegro. Un día amarillo rabioso tipo semáforo, otro de verde estridente, y al siguiente de un violeta tornasolado que hacía soñar con crepúsculos llenos de magia. Había dejado de ingerir sus uvas de vidrio, eso era para jardín de infantes, jejejeje...en estos momentos se dedicaba con un tesón digno de mejores obras, a comprobar in situ, la reacción química de los mentos aderezados con Coca – Cola. Era sumamente divertido - mientras su abdomen no explotara - ir volando por toda la casa, ir y volver como un Boomerang. Pero la razón de su contento actual se debía a que era la primera vez que viajaba a los Estados Unidos, y ya sabía lo necesario para hacer su estadía lo más grata posible. Claro que lo del día anterior fue apenas una pavadita sin importancia. ¿Le perjudicó a alguien acaso, la salida del avión cinco horas más tarde, por asuntillos de ella? ¡Que le muestren a quién, eso hubiera querido ver! No... estaba segurísima que pese a las caras, gritos, discusiones, y malhumor generalizado, incluida la tripulación – vaya desfachatez - eran todas fantochadas. No tenía la más mínima culpa, si justamente ese día olvidó sus documentos en la casa; primera vez que le sucedía. Además ¿cuál era la prisa de la gente que hacía cola desde dos horas antes, para que ella termine de encontrar la llave de una valija? El problema lo tenía la chica que se le ocurrió revisarla. ¿Que pesaba demasiado y hacía ruido? ¿Que le pareció sospechosa la valija? Pero miren ustedes si una valija va a tener cara de sospechosa ¿donde se ha visto? Al final, hubiera tenido que pedirle disculpas, ya que no encontró nada, sólo cincuenta botellas de Coca – Cola, porque le dijeron que allá la Coca – Cola venía de China y eso jamás lo hubiese tolerado. ¿Cómo se atrevieron a quitársela? Justamente era prioridad Uno, saber eso. Era muy capaz de contratar el mejor Estudio de Abogados para litigar. Aunque los representantes de la Compañía le dijeron al llegar a destino, que le iban a iniciar un juicio a ella! Era simplemente inaudito, increíble; ¿ese era el premio por querer salvarle la vida a todos?, ¿ a los pasajeros, a ella misma, a la tripulación, salvar todo el avión en suma?. Otra vez, si encontraba a su lado un turco o similar, con un maletín del cual salía un sonido como – Tic - Tac – Tic – Tac – no iba a decir nada y Santas Pascuas. Que explotara el avión y se cayeran todos al agua, paciencia. Fíjense lo que sucede cuando una es buena. Cuando una le dice en secreto a la azafata que debe hablar de forma urgente con el Capitán, y aunque se niega, va igual a la Cabina y golpea fuerte hasta que le abren la puerta y encerrada con ellos, les avisa del peligro inminente. Fíjense nomás lo que sucede, por ser una ciudadana modelo y denunciar al culpable y preservar la vida de todos. Nooo, si encima le iban a hacer juicio por el aterrizaje forzoso! Todo por agarrar ella una palanquita de morondanga, y realizar toda clase de maniobras pese a que la querían atar y amordazar para que dejase de gritar. Además, la isla donde aterrizaron era encantadora. Podría haberse quedado allí tranquilamente, pero no, quiso llevar todo a buen término y los acompañó hasta el final. ¿Tenía también la culpa de haber escuchado mal?, ¿que el señor turco o afganistano - vaya una a saber - llevase un juguete a pila para su hijo que parecía un reloj? por favor.


Bien, pero eso ya es historia y ahora veamos qué sucedió la noche anterior, apenas desembarcó. Se abrió paso como pudo a través de las Ambulancias, y sirenas de todo tipo. Realmente para meter bulla, eran especiales los gringos. Había una cantidad de luces y patrulleros impresionantes. Sabía que la buscaban para pedirle que declarara lo sucedido a bordo, pero no les iba a dar el gusto, no señor, se sentía muy cansada. ¿Le habían incautado su preciosa valija? Pues, el resto de las cosas ya no le importaban. Así que se dirigió a la salida como si tal cosa, y en menos que canta un gallo se encontró en un taxi, rumbo a su hotel. Al verla proceder tan naturalmente, a nadie se le ocurrió que terminaba de descender del jet, y mucho menos que era la ya famosa y enloquecida mujer que había puesto a prueba la paciencia de los pasajeros, y el espíritu de sacrificio de la tripulación.


En cuanto llegó, el cadete tras recorrer con ella cuatro kilómetros y medio desde el ascensor, le mostró su habitación. Estaba muy buena, y al verlo que esperaba en la puerta con su mano extendida, se la estrechó calurosamente y de paso le puso en las palmas sus zapatos para lustrar, pensando en lo amable que era.


Al retirarse el muchacho con cara de pocos amigos, se permitió al rato una pequeña picardía. Había observado que en varias puertas, colgaba del picaporte externo el pedido del desayuno, por lo tanto salió al pasillo y eligió el que le pareció más gracioso. Lo más interesante que tenía era que estaba escrito en un idioma parecido al japonés, por eso lo eligió sin dudar un segundo y lo cambió por su pedido de dos huevos y un jugo.


Al día siguiente...
Delia

"Viajando con la Señora D" Segunda Parte -

Al día siguiente...

La camarera a la hora indicada, tocó suave a su puerta. Repitió la llamada varias veces más, hasta que optó por entrar. Utilizando la llave maestra, atravesó la penumbra hasta dar con una mesa semi desocupada donde depositó la bandeja del desayuno. Tornó a llamarla por su nombre y terminó encontrándola en medio de un maremágnum de colchones, almohadas, sábanas, frazadas y acolchados - debido al aire acondicionado - de su cama King Size. La Sra. D se encontraba en un estado semi comatoso luego de haber ingerido por gusto nomás, su novena pastilla de mentos remojados en Coca – Cola durante la noche. Su abdomen parecía a punto de explotar, y apenas pudo entender lo que la solícita señorita le decía. Al notar que se retiró de la habitación, intentó salir y arrastrarse en medio del bosque de telas, plumas y goma espuma que la rodeaba, hasta dar con tierra firme. Bah, dar con tierra firme es un decir, en realidad se cayó de cabeza al piso. Claro que bastaba el aroma a comida para devolverle las ansias de seguir con vida. Prestamente se dirigió a olisquear la bandeja con el desayuno. Se topó con alimentos y bebidas de sabor, coloración y textura extremadamente sospechosas, diferentes a todo lo conocido. Pese a sentirse como un globo aerostático, lo atacó de una y de frente. En silencio bebió la bebida verde flúo e ingirió con cierto esfuerzo algo similar a un plato de tallarines con bichos que los recorrían curiosos, por arriba y por abajo. Valiente como ninguna, no dejó ni uno a salvo. Ahora sí, cuando lograse despegar de sus manos y lengua lo pegajoso, se encontraría en condiciones de disfrutar como ninguno ese día. Los pasajeros del Hotel, vieron pasar lo que supusieron una cometa, pero era la mismísima Señora D saludando a todos desde arriba muy sonriente.

El ómnibus que la llevaría a destino, pasó a las 11 hs. tal como le habían dicho. Claro que siempre fiel a su estilo, tomó el ómnibus de las 10.45 hs. que iba en sentido contrario a otro Shopping de la competencia (para el caso, da lo mismo). El chofer luego de llevarla, declaró a la prensa local que iba a renunciar en ese mismo instante. Ignoramos lo sucedido. En cuanto llegó, semejó un tornado atravesando el mall de punta a punta, a pesar de que tenía 8 niveles verticales, y su largo era de aproximadamente unas diez manzanas. Rápidamente buscó un cartel que indicara: “Mercado Negro” ya que debía cambiar unos billetitos. Pero no lo encontró por ningún lado, preguntó a varias personas por el negocio pero la miraron medio raro, ¿seguiría existiendo? Como se hacía tarde para todo lo que tenía que hacer, entró a la máxima cantidad de locales posibles. Casi no se la veía de tanta rapidez; se probó, llamó, olió, vendió, rifó, se volvió a probar, gritó, gustó, cambió, discutió vehementemente y mordisqueó, para finalmente lograr comprar una infinidad de cosas que no necesitaba, Le atraía el brillo, todo aquello que brillase lo adquiría, si sus reservas se lo permitían claro está. Siempre decía a quien no tuviese nada que hacer y quisiera escucharla, que de haber sido indígena en América, se la vendía íntegra a cualquiera de las carabelas, con tal de tener unas cuantas piedritas de vidrio de colores. Alcanzó a vislumbrar algo interesante en la otra punta y en su recorrido le dio todo lo que tenía en monedas (aproximadamente dos kilos y medio) a un chiquito, junto a varios autitos de juguete que pudo agarrar por ahí de un manotazo en el mostrador de un negocio. Tanto hizo y deshizo que una vez que se retiraba de cada local, los empleados se desinflaban y caían uno tras otro en estado catatónico. Repleta de paquetes, bolsas, carteras, un sombrero, abrigo (por el aire acondicionado) y paraguas (por si llovía, obviamente), ), ya sus fuerzas amenazaban con abandonarla, cuando divisó a lo lejos un señor que se encontraba cómodamente sentado al parecer, manejando un carrito eléctrico. 
-¡Esto quiero yo, usted sí que es flor de vivo! gritó a voz en cuello y saltó prácticamente encima del hombre atosigándolo a preguntas, que cómo lo había conseguido, que por donde quedaba el stand, que a cuanto se lo alquilaban, que si era por hora, día, minutos o mes, y así siguió por un rato hasta que el otro le tapó la boca. 
- Señora - dijo - está usted sentada upa mío, ¿no le parece demasiada confianza?, ni nos conocemos. Además, sepa usted que es una silla para personas como yo, que tienen problemas para caminar, no algo que se puede alquilar en el Shopping, por favor le pido se levante de encima – La Señora D, roja como un tomate se levantó, arreglándole antes el nudo de su corbata y musitando no se sabe qué cosas de disculpas, se retiró. Encontró luego de una concienzuda búsqueda, un carrito especial sólo para cargar sus cosillas ahora sí, por el cual debió oblar cuatro dólares. En cuanto se sentó para hojear sus facturas, se encontró con 24 tarjetas de crédito y 47 de débito que no eran suyas mas ocho pasaportes; entre ellos uno de un Cónsul honorario de Costa de Marfil con una cara muy seria. Feliz de la vida silbó bajito agradeciendo tanta suerte. Sus propias tarjetas de crédito y documentos no aparecieron, pero ¡qué importancia tenía ese detalle, si tenía tantas! Habían pasado dos horas y media desde que tomó el bus y sus ganas de hacer pipí se hicieron sentir...Antes de ir al servicio pasó por un stand de bebidas rápidas y se mandó al buche dos cervecitas de litro y medio ya que después de todo, sentía calor. 

(Continuará)

Delia

"Viajando con la Señora D" - Final -

Transcurrieron dos horas más - todo un suplicio para la pobre - hasta que finalmente ubicó los servicios. Es que en cuanto llegaba cargando el carrito (que pesaba más cada cinco minutos ) a un punto crucial, con tantos números como veía, niveles y flechas para todas partes, invariablemente se equivocaba e iba a parar a la otra punta. Aterrizó por decirlo de algún modo, en el baño de hombres. Cada vez que le pasaba eso (y era cada vez que iba a un baño público), se preguntaba para qué tenían esas tazas de porcelana. Una vez intentó lavarse la cara en ella, pero no habían instalado las canillas del agua. Le gusta encontrar dentro como unas bolitas de naftalina, ya que juega con ellas haciendo malabares, rubro en el cual es toda una experta. En la vida, ¡hay cosas tan raras!, a quién se le ocurre poner bolitas de naftalina en los lavabos que ni siquiera tienen canillas, para colmo de males. En esos sesudos pensamientos estaba, cuando como solía ocurrir, llegaba un momento en que sea por la intervención de algún caballero, o por cierta experiencia y honda deducción propia, llegaba a la conclusión de que se había equivocado de baño. Esta vez, la encontró jugando a las bolitas tirada en el piso, un gentleman, quien muy gentilmente le indicó la salida. Salió bien oronda, con la frente muy en alto pero cuando no la alcanzó a ver mas, casi se derrumbó del esfuerzo. Es que se encontró arrastrando tras de sí bastante penosamente su carro, que ahora pesaba una tonelada y media al menos, además cargaba su ya legendaria cartera, que como de costumbre contenía 146 artículos de primera necesidad por si se veía obligada a sobrevivir en condiciones límite, tal vez en la selva, naufragando, o quizás en alta montaña bajo nieve ¿quién podía saber? ¡Bien que le había servido en la isla! Eso se llama ser previsora, sí señor!


Que conste que si se equivocaba de baño siempre, es porque no se comprenden nunca, jamás, y para nada en absoluto, esos muñequitos pintados en las puertas. Tras un tropezón con el carro y habiéndosele clavado una punta de metal en el tobillo, logró entrar casi con el último aliento al baño de mujeres, encontró un gabinete desocupado y fue con lo poco que le restaba de fuerza, hacia él. ¡Gracias, gracias, amados Angelitos de los Lavatorios! Ahora la vemos entrar con carro y todo, pero se da cuenta que pretende algo imposible, debe elegir entre el carro o ella, ambos no van juntos en ese cubículo. Decide dejar entreabierta la puerta, con el carro repleto fuera, pero agarra una de sus ruedas bien fuerte entre sus pies.
Busca un lugar donde colgar todos sus abrigos ya que se resbalan todo el tiempo de la montaña del carro, pero no lo encuentra. Dice por lo bajo palabrotas en Pakistaní y Griego clásico, mientras hace malabarismos para sostener los abrigos que tiene y que suman ya siete - parece que tuvieran cría piensa - mientras se coloca los anteojos de sol, el sombrero, y agarra el paraguas con un meñique que le queda libre. A todo esto no sabe qué hacer con su enorme cartera y opta por colgársela del cuello. Ya casi, casi, se está haciendo pipí, y aún no se levantó la falda; se coloca un abrigo encima de otro en la cabeza, sin soltar la rueda del carro, la pierna queda en un ángulo totalmente ridículo y se sube la falda. Luego, prestamente se baja la bombachita que le queda atravesada al bies, y trata de no tocar nada del water por las dudas. Hace gala de toda su musculatura, porque señores, sean honestos ¡hay que saber embocarla a más de 50 centímetros y sin salpicar! Aún mantiene la cartera colgada del cuello, que la va ahorcando lenta e inexorablemente, no la dejó en el piso porque trae mala suerte como es de conocimiento público. Ve poco y nada con esos anteojos de sol pero no importa, prosigue su tarea que ya lleva largos minutos y la va aliviando muy de a poquito... Alguien toca fuerte a la puerta - ¿Está ocupado? - pregunta una voz cascada - ¡¡¡¿Y a vos qué te parece?!!! – tronó y bramó la de ella – dando la impresión que se hubieran desatado de pronto, la furia de varios volcanes al mismo tiempo. Busca agarrar aún más fuerte la rueda del carro con los pies. Se corta el goteo por aguantar tanto, pero más que nada por la furia –Y bueno, piensa resignada mientras busca el papel - ¿Papel...?, ¿ella pretende papel higiénico en el baño de mujeres?, ¿acaso está - ahora sí – loca sin remedio?, ¡ni el primer mundo la salva de eso! La señora mayor que se encontraba a sus anchas haciendo de todo (ella sí) en el baño de al lado, de pronto casi muere del susto al ver asomarse por la abertura, al lado de sus zapatos, una cara de mujer pizpireta, algo enrojecida. Era nuestra querida Señora D, preguntándole en un susurro con voz melosa, si de casualidad no tendría un poco de papel higiénico. Recuperada apenas de su espanto, ver esa carita ahí abajo, mirándola con ojazos inocentes y simpáticos hoyuelitos, le causó tanta gracia que trató infructuosamente de conseguirle un poco, pero sin suerte. Desilusionada, agradece y se arrastra para ubicarse nuevamente con todo los bultos en el inodoro. Se quita un poco los abrigos que le tapan la visión, y manotea desesperada en busca de algo para secarse las tres gotitas. Porque (entre nosotros), será lo que sea que digan, pero es muy limpita. Encuentra unas boletas de la DGI y todas esas tonterías, por lo que muy feliz, les da el mejor uso y utilidad posible. Satisfecha, logra una maniobra milagrosa y se sube la bombachita. Con tantos movimientos, la cartera se va para atrás y comienza a acogotarla en serio. Se clava la punta del paraguas en un ojo y así, con un ojo bizco y media tuerta, con su cara roja por la falta de aire, manotea como puede la puerta. Casi cegada por los abrigos que ahora en montón le cayeron sobre la cara, y a punto de expirar por la asfixia, sale, cayendo redonda sobre el carro que la esperaba fielmente ante la puerta. Enrojecida e hinchada, le da un envión chocando contra la chica de la limpieza y vuelca por todas partes, dos baldes llenos de detergente y agua. Los trapos de limpieza y el secador flotan, mientras las mujeres comienzan a caerse como las piezas de un dominó. Se arma un griterío de Padre y Señor Nuestro, mientras la Señora D muy tranquila resucita, y arrima el carro con todas sus cosas además del paraguas, a la pileta. Es que tuvo la magnífica idea de aprovechar el detergente para lavarse la cabeza. Lo hace con una habilidad fuera de lo común, en medio de los ruidos, gritos y peleas. Luego se lo seca en el secador de manos bien tranquila, mientras continúa el batifondo. Parece que el caos la serena.


Se arma una cola impresionante de mujeres, esperando el baño. Dentro hay varias heridas entre contusiones, fracturas y una que se rompió la cabeza de forma bien fulera. Ya llegan las ambulancias. Los autos y ómnibus se paran para enterarse de lo sucedido. La aglomeración se hace más y más importante. Surgen vendedores de panchos y de Coca – Cola. Los nenes chillan que quieren globos. Mientras tanto, la Señora D, indiferente a todo y a todos continúa con sus ejercicios tibetanos de 45 minutos, que culmina en el piso del baño - total ahora está higienizado -. Todos los días llueve o truene, a las 14 horas en punto ella cumple con su rutina a rajatabla, donde sea que se encuentre. Hay toda una fila de mujeres observándola con la boca abierta, sosteniéndole además la inmensa cantidad de bultos, para que los pueda realizar bien tranquila. Al finalizar agradece calurosamente a la muchedumbre, toma sus petates, y se aleja meneando las caderas rumbo al hotel. Pero se equivoca de bus y termina en un oscuro y sospechosísimo antro, tipo Pub y Discoteque. Aunque esa es desde luego, otra historia.
Delia

Locuras y Ocurrencias de la Señora D

[Las aventuras de la Señora D y otras fruslerías]


La Señora D es una simple ama de casa con una pequeña familia que se desespera, ríe o llora por las ocurrencias de ella, de acuerdo a cómo, cuándo, a quién y dónde sean hechas. La señora de marras se encuentra muy tranquila: el doctor que fue a consultar ayer, por un tema de salud con honda raíz emocional, le recomendó las flores del Dr. Bach. Así que, muy tranquila, se dirige a la sala, agarra con ambas manos el pesado florero de cristal y toma el agua que contiene en medio de unas rosas algo marchitas, mientras piensa muy satisfecha:
- ¿Acaso hay mejor esencia que ésta?

Hoy, su cabello tiene una coloración francamente rojiza, producto de unos tintes que se aplicó con diligencia y cuidado bien tempranito. Se mira en el espejo y siente una gran satisfacción por el cambio. En la cocina se sirve un jugo de limón natural sin duda, ya que se cuidó de apretar bien fuerte el árbol de su jardín para sacarle todo el juguito.

Al ir a sentarse, justo, tocan el timbre; se pregunta quién será, mientras alisa con la mano un mechón rebelde de pelo violeta que amenaza con salirse a cada rato del pañuelo. Se acerca a la puerta, mira por el visor y resulta que no hay nadie, aunque parezca ser un hombre. Ve un señor con bigotes y uniforme de cartero, pero como no contesta a través del portero eléctrico, llega a la conclusión de que no existe. Rápidamente, vuelve a la cocina para seguir degustando su revuelto de huevos; si, los mismos que se resistieron tanto a ser revueltos. Tocan el timbre, y ríe suave para sí misma, mientras piensa:
- ¡Qué insistentes son hoy en día los seres que no existen!

Cuando finaliza, toma el plumero- realizado con las pocas plumas que consiguió sacarle a un vanidoso y fuerte Pavo Real- y lo pasa a los muebles del comedor, muy especialmente a un magnífico centro de cristal lleno de frutas coloridas que adorna la mesa. Nuevamente, tocan el timbre.
-Pero… ¿Será posible? ¿No saben que estoy ocupadísima acaso? – se pregunta, mientras mordisquea una uva y se quita un pedacito de vidrio que quedó entre los dientes.
Sigue sonando el timbre, de manera que corre a atender el portero eléctrico, ya indignada.
- Pero… ¡Qué cargoso es este hombre! – Piensa, al verlo, aún parado frente a la puerta.
Decide, entonces, ir hasta la puerta para saber quién es y qué desea. Pregunta y no escucha nada. Un tanto furiosa, se quita los tapones con silicona de los oídos y, al fin, oye que el individuo le habla en otro idioma mientras hace equilibrio para que no se le caigan un montón de cartas que tiene en la mano.

De pronto, observa que aparece junto a él una mujer joven, y el cartero suelta las cartas que recoge, prestamente, la Sra. D Se fija en cómo el hombre se da vuelta para estamparle un beso a la recién llegada.
– ¡Es increíble la falta de profesionalismo de esta gente! Dice, para sí, la señora, mientras se fija en los sobres. Encuentra uno dirigido a ella, resuelta lo abre y se entera de que ha muerto
-Caramba… ¡Con razón no tenía tanto apetito! Piensa y apaga el televisor con el cartero y su novia adentro.

Mientras tanto, la olla con el guiso hierve a todo lo que da, hace ruido, borbotea y deja escapar la gallina que no quería entrar. Presurosa, la señora D la agarra en un rincón, mientras le recrimina todo el trabajo que le dio esa mañana para sacarle los huevos de a uno. Se le ocurre que es notorio las pocas ganas de trabajar que tienen en estos días. Suena el teléfono y la gallina aprovecha para irse de día de campo. La señora D se viste, apresuradamente, no vaya a ser cosa de que comience a llegar gente para el velorio y la encuentre toda desarreglada. Está contenta de lucir su cabello verde agua y busca, rápidamente, alguna ropa que combine con ese tono.

Sigue sonando el teléfono, luego el timbre de la puerta, y a todo esto se le agrega la sirena de un carro de bomberos.
-¡No, no, si este día es muy especial, es uno de esos días en que todo sale maravillosamente!
De pronto, mira -entre asombrada y divertida- que un bombero con un hacha, rompe la puerta principal de la sala. Lo saluda ceremoniosamente, no vaya a ser que el buen hombre piense que ella es una mal educada, mientras siente cómo la agarra entre sus brazos para tirarse, juntos, desde el octavo piso sobre una manta que sostienen una veintena de sus compañeros.
-¡Me encanta pasear! Le comenta al señor.
Observa, luego, cómo la mitad de la casa está en llamas. Se le ocurre, entonces, que debería avisar a su familia para que compre comida preparada, ya que se debe haber quemado- un poco- la que cocinó.

La gente muy amable, la hace sentar, la apantalla y le pregunta cómo está. Llega una ambulancia; de inmediato, le colocan una máscara de oxígeno, pero sin el tubo. Entonces, sobreviene el final, mientras se va ahogando. Entre jadeos, lucha con una enfermera para sacarse la máscara. La mujer tiene más fuerza y vence, finalmente. Muere entonces, dos veces, no olvidemos que ya estaba finada la pobre…

Delia