lunes, 4 de mayo de 2015

Amrita Sher-Gil, la "Frida Kahlo" india

La pintora llenó sus obras de sensualidad y color

La artista rodeada de alguno de sus retratos | Crédito: Hungarian Academy of Arts.La artista rodeada de alguno de sus retratos | Crédito: Hungarian Academy of Arts.
Un espíritu libre. Esa es la expresión que mejor describe la vida y la obra de la pintora húngaro-indiaAmrita Sher-Gil. Una libertad que expresó en su vida cotidiana e íntima –tuvo numerosos amantes, tanto hombres como mujeres–, pero también, y sobre todo, en su modo de concebir la pintura, a través de una singular fusión de dos mundos: Occidente y Oriente, pues Amrita perteneció a ambos y en ambos se forjó su estilo y su personalidad.
No en vano, Sher-Gil nació en Budapest en 1913 fruto de la unión de Umrao Singh Sher-Gil Majithia –un aristócrata Sikh estudioso del sánscrito y la lengua persa– y Marie Antoinette Gottesmann, una reputada pianista y cantante de ópera de origen judío. Los primeros años de su niñez los pasó en la capital húngara, aunque con sólo ocho años, en 1921, se trasladó junto a su familia a Summer Hill, en Shimla (India).
Fue allí, y a tan temprana edad, donde comenzó a estudiar piano y violín junto a su hermana pequeña Indira, con quien no tardó en realizar algunos conciertos en el Shimla Gaiety Theatre. Su relación con el mundo del arte se forjó también en aquellos años, cuando comenzó a estudiar pintura de modo formal, aunque sus primeros estudios serios se produjeron en 1924. Ese año ingresó en la escuela de arte Santa Annunziata de Florencia, ciudad a la que acudió con su madre después de que ésta conociera a un escultor italiano.
Retrato de Amrita Sher-Gil.Retrato de Amrita Sher-Gil.Fueron sólo unos meses, pero aquel primer contacto con la obra de los grandes maestros italianos dejó una fuerte impresión en la jovencísima Amrita. Tres años más tarde, a la edad de dieciséis, Sher-Gil volvió a abandonar la India en compañía de su madre, en esta ocasión con destino a París. Allí continuó sus estudios de pintura, primero en la Grande Chaumiere –donde tuvo como maestros a Pierre Vaillant y Lucien Simon–, y más tarde en la prestigiosa École des Beaux Arts, entre 1930 y 1934.
Sus primeros años en París estuvieron marcados por la influencia artistas como Cézanne, Gauguin o Modigliani, pero también de su maestro Lucien Simon y de sus amigos y amantes de la época, todos ellos pertenecientes a esa bohemia creativa del París de finales de los años 20 y comienzos de los 30.
En 1933 Amrita consiguió un notable logro: una de sus pinturas de aquel año, ‘Chicas jóvenes’ (1932) –quizá su primera gran obra– fue escogida en el Salón de París, un reconocimiento que la convirtió en la artista más joven –y la única de origen asiático– en conseguir tal distinción. Pese al éxito, la jovencísima Amrita sentía que le faltaba algo importante para crecer y consagrarse como artista.
De hecho, sólo un año después, en 1934, sintió el irrefrenable deseo de regresar a la India, llevada por la convicción de que era allí donde se encontraba su destino como pintura. Una vez de vuelta en el país de su niñez, Amrita se lanzó a cumplir un deseo que la obsesionaba desde hacía tiempo: redescubrir las tradiciones del arte indio. Allí conoció al crítico de arte y marchante Karl Khandalavala, quien la animó a perseverar en esa búsqueda y la guio en el camino a seguir paradescubrir sus raíces indias.
'Sueño' (1933) de Amrita Sher-Gil | Crédito: National Gallery of Modern Art, New Delhi.'Sueño' (1933) de Amrita Sher-Gil | Crédito: National Gallery of Modern Art, New Delhi.Fue así como Amrita conoció las obras de las escuelas de Mughal y Pahari, las miniaturas de Kangra y las pinturas murales de las cuevas de Ajantā, creaciones todas ellas que comenzarían a influir poco a poco en su trabajo. Desde entonces, las pinturas de Sher-Gil comenzaron a llenarse de escenas de la vida cotidiana india, de sus mujeres, de sensualidad y colores brillantes y vibrantes.
Su búsqueda continuó en 1937 con un viaje al sur del país, donde encontró la inspiración para lo que se ha venido en llamar “trilogía del sur de la India”, compuesta por las pinturas ‘El baño de la novia’, ‘Brahmacharis’ y ‘Campesinos del sur de India yendo al mercado’. Son obras en las que se aprecia claramente esa obsesión por el color y una más que evidente empatía hacia las clases desfavorecidas de la India, a cuyos miembros representa a menudo rodeados por la pobreza y la desesperación.
Aunque Amrita estaba vinculada por razones familiares y de clase con el Raj Británico, siempre mostró su simpatía por el Congreso Nacional Indio –el partido que acabaría liderando la independencia India–, así como su fascinación por la filosofía de Gandhi y su amistad con Jawāharlāl Nehru, a quien algunos autores señalan como uno de sus amantes.
Los últimos años de su vida los pasó en Saraya (estado de Uttar Pradesh), en una casa propiedad de la familia de su padre, a donde se mudó con su marido y primo hermano, el doctor Victor Egan. Allí continuó pintando sus óleos cargados de sensualidad y color, de escenas cotidianas indias, en aquel tiempo con una clara influencia de los “Dos Tagore”, Rabindranath y Abanindranath.

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