domingo, 27 de octubre de 2013

Buenos Aires y el Arte.

Artistas de todas partes crean aquí

Vienen de Israel, Bélgica y también de Tucumán. Exhiben sus obras en Recoleta y crean nuevas en San Telmo. Forman parte de la Residencia URRA.

Las series de palabras del chileno Rodrigo Canala, y los registros -visuales y sonoros- de movimientos sociales del rumano Dan Mihaltianu dejan inferir ciertas tendencias netamente conceptuales, mientras las superficies de madera y fórmica sutilmente trabajadas por la argentina Silvana Lacarra y las acuarelas de la suiza Magdalena Z’Graggen, aunque racionales y rigurosas, aportan una dimensión más sensorial, cruzada por la emoción. Ellos son cuatro de los dieciseis artistas llegados de lugares tan disímiles como Cardiff, Herzlyia y Tucumán para participar de la residencia URRA. Están mostrando sus obras en la Galería del Infinito, en Recoleta, poblada también por trabajos como los de la joven holandesa Doina Kraal –profundamente conceptual y de impacto visual a la vez-. Y metros separan ahora al correntino Jorge Miño, reconstruyendo espacios vertiginosos, de Anthony Shapland, el artista galés que señala el paso del tiempo a través de la luz, o de la brasileña Chiara Banfi, hablando en silencio de la música y haciendo del pentagrama una trama de recortes. Tal vez porque podía viajar enrollado en un tubo y pender simplemente de la pared con ganchos, trajo Orit Hofshi desde Israel su xilografía impresa a cuchara. O tal vez para que el nombre de la obra, Convergencia, funcione como evocación de lo que esta reunión de artistas puede llegar a producir en cada una de sus subjetividades. Al fin y al cabo, estar con otros también puede implicar un viaje a la propia intimidad; sobre todo cuando, en palabras de Edmond Jabés –también artista y un poco errante- “el extranjero te permite ser tí mismo, al hacer de tí un extranjero”. Además, estarán compartiendo taller -hasta el 31 de este mes- en el barrio porteño de San Telmo.
“La experiencia de una residencia puede tener en un artista un efecto muy transformador, incluso curativo”, cuenta Melina Berkenwald, organizadora y directora de URRA, la residencia de artistas que el primero de octubre, inauguró en Buenos Aires su cuarta edición. URRA ya lleva cuatro años invitando artistas argentinos y del mundo a formar parte de su proyecto grupal. La idea, como la de la mayoría de las residencias, es simple: propiciar un espacio y un tiempo de calidad, en el cual cada artista pueda explorar sus propios proyectos, a la vez que intercambiar experiencias con el resto de los participantes: la mezcla de acentos, lenguajes y propuestas redunda en entusiasmo generalizado y el intercambio entre artistas jóvenes y de trayectoria sirve de inspiración mutua. Corriendo el eje de los resultados –poco importa si al finalizar la residencia los trabajos están terminados o en proceso- hacia los efectos que la experiencia del intercambio siempre genera,  Berkenwald propone generar una “plataforma abierta de trabajo para que el artista haga lo que considere que tiene que hacer”. Y que la ciudad también resulte oxigenada por su visita.
Para agitar el avispero del arte local, URRA cuenta con tres actividades de acceso público y gratuito. Suerte de rito de inicio, un ciclo de charlas en el auditorio del Malba invitó el lunes 7 a los artistas a realizar un abordaje teórico sobre sus propias obras. En la recta final, el 29 el taller abrirá sus puertas para que el público visite a los artistas trabajando. Entre tanto, desde 9 y hasta el 25 puede verse en la galería Del infinito Arte una muestra con las obras que cada artista trajo, a modo de carta de presentación visual, desde casa y bajo el brazo. Tres formas diversas y complementarias de establecer contacto con el público porteño que parecen además operar marcando el tempo a la dinámica del mes.
CLARIN

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