lunes, 25 de marzo de 2013



En la vorágine de Buenos Aires, ¿somos capaces de apreciar el arte?

LA NACION utilizó un experimento social para comprobar si los ciudadanos somos capaces de detectar a un artista de renombre actuando en medio de un entorno urbano; Pablo Saraví, primer violínista del Colón, fue el protagonista; acceda al video y a los resultados
Por Diego Granda y Julieta Cuneo  | LA NACION
El concertino Pablo Saraví , primer violín del Teatro Colón y de la Filarmónica de Buenos Aires, ofreció un concierto de media hora compuesto por obras de Bach, Mozart, Vivaldi, Telemann, y Kreisler, en el nudo del subte que une las estaciones Carlos Pellegrini, 9 de Julio y Diagonal Norte, de la ciudad de Buenos Aires.

Virtuoso y cotizado por sus actuaciones, vestido casualmente, Saraví sacó su Carlo Ferdinando Landolfi , construido en Milán en 1770, y se dispuso a seducir artísticamente con su violín a la ciudad de la furia. Unas dos mil personas pasaron sin detener su marcha. Doce se detuvieron durante un instante. Una persona lo reconoció.
LA NACION realizó este experimento social en base al que el diario Washington Post llevó a cabo seis años atrás en la estación L´énfant de Washington DC, con el violinista Joshua Bell, como parte de un análisis sobre la percepción, el gusto y las prioridades de los estadounidenses.
La belleza pasa desapercibida ", fue la conclusión a la que llegó el Post , luego de que Bell recaudara 32 dólares y fuera reconocido por una sola persona. En Buenos Aires, el arte del violín de Pablo Saraví también pasó desapercibido para la mayoría, aunque la proporción de "atentos" fue mayor, y la "recaudación" también: $76, 25 (en media hora).
"Esta experiencia tiene que ver con cómo una persona que está distraída o apurada puede llegar a apreciar una manifestación artística en un lugar que no es el habitual", aseguró Pablo Saraví al acceder a la propuesta de LA NACION. "La gente fue muy respetuosa, y no fue raro lo que pasó. Esta no es la música que se escucha siempre en este lugar", sostuvo ni bien terminó.
"Así como yo estoy acá, hay otros miles de artistas en la ciudad haciendo lo mismo; hay para todos los gustos. Lo importante es despertar un poco la conciencia", sostuvo Saraví. "En las ciudades grandes se da un cierto fenómeno, que es que cada uno está en lo suyo, lo que no quiere decir que la gente sea insensible", agregó.
 
Pablo Saraví, actuó, como solista y recitalista, en casi todos los países de América del Sur y del Norte, gran parte de Europa, norte de África y Asia. Foto: LA NACION / Guadalupe Aizaga
Verónica Durán, una empleada administrativa de 31 años que, de camino al trabajo, eligió dedicarle unos instantes a la música de Saraví, contó: "Me quedé porque me encantó, y en general cuando tengo tiempo siempre me paro; me di cuenta de que es un profesional por la forma en la que agarra el arco y por cómo suena".
En la misma línea se expresó Lautaro Vascos, un músico de 25 años también camino al trabajo, pero "sin apuro", quien además reconoció al violinista de haberlo visto en el Colón: "Me parece increíble que un músico de este nivel esté acá haciendo esto acá, en este contexto", dijo el sorprendido joven.
Otra persona que se detuvo no reconoció al Saraví pero si reconoció a la primera sonata y las partituras dos y tres de Johann Sebastian Bach. El violinista había adelantado su elección de tocar esta pieza clásica: "Es una obra muy conocida, atemporal, y atrae mucho a la gente porque tiene algo espiritual".
"La vida es eso que pasa mientras nos ocupamos haciendo otros planes", escribió John Lennon, cuando compuso Beautiful Boy . Trayéndolo a la vida cotidiana en la gran ciudad, en un entorno común, y con la urgencia por llegar, ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

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