lunes, 31 de enero de 2011

"EL CRIMEN"


¡Estaba más que satisfecha! finalmente había logrado concretar aquello que soñó más de una vez. Matar sin piedad a la mujer que tanto nos había hecho sufrir. Claro que no había sido sencillo. Fueron meses de planificación constante, día y noche pensando en la mejor forma de ultimarla. Fueron meses donde lo único que existió para ella fue "El Plan"
Debía esmerarse sobre todo por reconocer la distracción que la aquejó siempre, eso no debía permitirse, tampoco podía dejar la más mínima pista, nada en absoluto. La policía iba a investigar cada señal, cada huella, debía ser más cuidadosa que nunca en toda su vida. Ahora ya podía respirar tranquila, lo había conseguido. Su alegría desbordaba como un manantial infinito. Se encontraba de regreso en su hogar.
¿Acaso esa persona creyó por un instante que podía hacerla víctima a ella como a tanta otra gente, de sus vejaciones, burlas, violencia y humillación, sin castigo? No señor, era Voluntad Divina que tuviera que morir bajo sus manos. Nunca podría haber imaginado la señora con seguridad, que fuera ella nada menos quien pusiera fin a su vida.
Las llaves de la casa solariega, las tenía de antes, cuando fue su enfermera por meses. Jamás nadie se las reclamó, o sea que le pertenecían con todo derecho... Pero ¿es que esa mujer tan terrible, déspota y autoritaria, jamás pensó que se le daría vuelta la "taba"?
Sonrió para sus adentros. "El Plan" funcionó como aceitadito...

Observó la entrada...nadie a la vista. Ni siquiera escuchó un rumor, nada. Al parecer la mujer dormía placidamente su siesta. Está bien que conocía los movimientos de la casa, los horarios, entradas y salidas del personal; todo. Sin embargo podía surgir algún inconveniente impensado de último momento... pero nada. Suspiró con cierto alivio. Por suerte en esos momentos estaba como disociada emocionalmente, no tenía casi temor. Palpó con sus guantes de goma finos, con mucho cuidado, el arma que descansaba en el bolsillo amplio de su abrigo liviano. Estaba demasiado afilada; al retirarla de su cocina la miró y quedó impresionada por su filo y el brillo que chispeaba de tan reluciente. De todas formas, volvió a sacarle más y más filo. Estaba segura que podía cortar un cabello en el aire.

Tornó a aguzar el oído...nada, ningún sonido. Comenzó a subir por la escalera blanca con lentitud. Era media tarde, suponía que la mujer estaría en la gran cama con dosel acostada y soñando vaya una a saber conque, tal vez con más perrerías de las que gustaba tanto hacer.
El mármol no producía ningún ruido al rozarlo con sus zapatillas. Siguió subiendo y para sentirse más segura, volvió a tocar con la mano el cuchillo.
Llegó al primer piso, donde estaba la alcoba principal. Muy lentamente y casi en puntas de pies se acercó a la puerta entreabierta. Miró en la semipenumbra y la vio recostada, tal como la había imaginado. Respiraba honda y profundamente, señal que se encontraba dormida.

Entró. Casi sin respirar por si la escuchaba, se acercó muy suavemente a la cama. Quedó a un costado de la misma. Miró a la mujer que seguía dormida sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo. ¡Agarró el cuchillo, y antes de asestárselo de acuerdo al Plan con toda su fuerza hasta el mango, en el corazón... se arrepintió! Comenzó a transpirar mientras la otra tranquilamente proseguía con su sueño. ¡Ni se daba cuenta del trabajo que daba tan sólo el matarla! La veía serena y descansando hasta el último instante. Pero eso no podía ser más se dijo a sí misma. ¡Basta ya de tantos miramientos! Volvió a dejar el cuchillo en su bolsillo y decidió que era poco clavárselo en el pecho.
Realmente era muy poco, la muerte iba a ser demasiado rápida quizás. Hasta era capaz de no sufrir gran cosa, sin pensar siquiera en como la sangre iba a manchar todo ¡un verdadero asco! Debía idear ya mismo, otro plan. Algo que la hiciera sufrir mucho, que prolongara su agonía. Lo visualizó: se plantó bien firme sobre sus pies, acomodó su cuerpo para que le diera el mínimo esfuerzo y colocó ambas manos casi sin rozarla, alrededor de su cuello. Midiendo espacios. Supo que era el momento perfecto, ahora o nunca. Inhaló aire y la agarró bien decidida y firme del cogote, apretando, apretando, apretando sin parar. Vio cómo se retorcía semidormida aún, cómo abrió sus ojos espantados y la reconocía. Cómo trataba de tragar aire sin conseguirlo. Pese a la conmoción, fue capaz de percibir hasta la tibieza de la piel a través de los guantes. Pudo sentir la resistencia de los músculos y tendones, de los ligamentos y huesecillos. Estaba completamente a su merced y sufría, se atragantaba ¡vaya si sufría!!! Trató de agarrar sus brazos y apartarla, intentó alejar sus manos que eran como tenazas; imposible, perdía fuerzas momento a momento. Ella se sentía en la gloria, feliz, pletórica, era un triunfo inigualable el asesinarla con tanto placer.

Tardó en morir unos cuantos minutos, no era como en las películas, sino más lento. No le importó, al contrario, con una fuerza impresionante sonreía al verla pataleando por un poco de aire. ¡Vaya si sufrió! Así era el crimen ideal, total, con los guantes no dejaría marca de ninguna clase.
Cuando todo terminó, se permitió descansar jadeante, por unos momentos. La vio toda despatarrada y pensó que había realizado un bien a la humanidad al eliminarla para siempre. Con suma precaución salió del dormitorio, observando cada detalle del mismo. Necesitaba estar segura de que jamás iba alguien a poder incriminarla. Quedó realmente tranquila, nada había que la pudiese señalar siquiera como sospechosa. Por más que la gente comentara los malos tratos hacia ella, por lo que fuera, no había nada. Regresó a su hogar tranquila.



Se despertó, miró la hora y le pareció raro haber dormido tanto y tan profundamente. Se levantó de la cama, calzándose unas chinelas de seda blanca. Miró su alcoba tan inmaculada y fresca, tan acogedora. Era tiempo de prepararse para ir al Desfile de Modas. De modo que se dio un baño perfumado y se vistió muy elegantemente, según acostumbraba. Todavía no habían llegado los criados de su medio día de descanso, pronto lo harían sin duda.


Se despertó, miró la hora y le pareció raro haber dormido tanto y tan profundamente. Se levantó de la cama, calzándose las zapatillas de lona blanca. Miro su pieza tan pequeña y revuelta. Suspiró igual, muy satisfecha. ¡Finalmente había logrado matarla! Sólo había algo dándole vueltas por la cabeza, no sabía definirlo, era sólo algo que había quedado sin terminar. Pensó y pensó, reconocía ser bastante distraída, pero ¿qué era lo que le faltó hacer?

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