“Intentamos traducir la angustia contemporánea” dijo, ayer –vaya propósito– Patrick Modiano, el hombre que llevaba unas horas como Premio Nobel de Literatura.
Patrick Modiano estaba en la calle cuando le sonó el teléfono. Muy cerca de los Jardines de Luxemburgo, en París. Sonó el teléfono y entonces una de sus hijas le avisó que él era el nuevo Nobel. Todo eso pasó ayer, temprano en la Argentina y al mediodía de Estocolmo, donde la Academia Sueca anunció su nombre y así convirtió al novelista francés de 69 años en la noticia literaria del día. Entre 210 candidatos, la Academia eligió a Modiano “por el arte de la memoria con la que ha evocado los más inasibles destinos humanos y descubierto el mundo de la Ocupación”, y lo hizo acreedor de 1,1 millón de dólares.
La Ocupación de la que habló el jurado se escribe con mayúscula porque es un nombre propio: el de la presencia nazi en Francia entre 1940 y 1944. Terminó antes de que naciera Modiano, en un suburbio parisino en julio de 1945, y sin embargo lo obsesionó: es el escenario de muchas de las casi treinta obras que publicó. Es el gran tema, claro, de suTrilogía de la Ocupación, con las novelas El lugar de la estrella,La ronda nocturna y Los paseos de circunvalación.
Y tal vez sea el gran tema de su vida: su padre, Alberto Modiano, era judío pero circulaba por la París nazi sin que se lo obligara a vestir la Estrella de David como distintivo. En 1942 estuvo detenido algunas horas y sus contactos con la división francesa de la Gestapo fueron un salvoconducto. Y aunque el escritor lo vio poco durante su infancia –que transcurrió sobre todo en colegios pupilos– y decidió dejar de verlo definitivamente a los 17 años, en su literatura hay padres a quienes buscar y agentes dobles que oscilan entre la Resistencia –también con mayúscula– y el colaboracionismo.
Reducción de condena, Barrio perdido y Villa triste son otros libros ambientados en esos años. Y con el guión de la película Lacombe Lucien, que escribió con el director Louis Malle, denunció la participación francesa en la persecución de los judíos.
“Sus libros son cortos, siempre variaciones de temas como la memoria, la identidad y la pérdida”, explicaba ayer Peter Englund, Secretario Permanente de la Academia Sueca. El último salió hace días y se llamaPour que tu ne te perdes pas dans le quartier (Para que no te pierdas en el barrio).
La Academia dijo que Modiano narra “en forma original, elegante y con un lenguaje sencillo”. Sencillez y elegancia. Ese es el estilo que premiaron.
Desde que un profesor de geometría de la escuela secundaria, también escritor, alentó a Modiano a llevar el manuscrito de El lugar de la estrella nada menos que a Gallimard –la editorial francesa más prestigiosa–, el autor de Domingos de agosto, Un pedigrí y Viaje de novios vive de escribir. Eso fue cuando tenía 22 años: no ha tenido otro trabajo y no pasa más de dos o tres horas por día escribiendo –a veces todavía con pluma– en su casa parisina. Se obliga a cortar, dice, para sostener la tensión que el texto necesita para seguir.
“Es muy inesperado y me conmovió mucho”, dijo el escritor cuando la Academia Sueca lo entrevistó un rato después de que su nombre diera la vuelta al mundo. A los periodistas –de los que ha rehuido siempre– les contó que sentía el Nobel como algo “irreal”.
El 10 de diciembre, cuando pronuncie su discurso ante el rey de Suecia, el premio será tangible. Mientras tanto, sus libros van a reimprimirse, también en Argentina, donde ayer los libreros revolvían sus stocks para hallar algunos –repentinamente– valiosos ejemplares.