A los 75 años, murió el artista plástico Rogelio Polesello, uno de los principales exponentes del arte óptico no sólo en Argentina sino también en Latinoamérica, que pintó desde un gran mural en el Aeropuerto de Ezeiza hasta el Volkswagen 1500 que corría en la categoría TC2000 en 1988. Todo, siempre, con mucho color, y muy apreciado por la crítica: su trabajo le valió reconocimientos como el Premio George Braque que otorga el Museo Nacional de Bellas Artes, dos Premios Konex, y el Premio del Salón Nacional de Artes Plásticas, entre muchos otros.
En sus obras abstractas, Polesello descompuso las formas geométricas a su gusto. Y esa descomposición lo llevó a trabajar también con paneles de acrílico en los cuales "cavaba" lupas: quien se haya cruzado con alguno de esos grandes plásticos, jugó a verse deformado en el espejo del otro lado, a verse atravesado por un funcionamiento distinto de los ojos y de todos los sentidos.
Una de las últimas grandes obras que inauguró el artista fue su monumento a los Héroes de la Batalla de la Vuelta de Obligado, en noviembre de 2010: a orillas del Paraná y cerca de San Pedro, dejó grandes cadenas de hierro, inspiradas en las que se usaron en 1845 para detener el avance de la flota anglo-francesa.
De Polesello, que será velado desde mañana a las 8 en la Legislatura Porteña (Perú 130), quedan sus obras, el recuerdo de un artista que no pasaba desapercibido ni por su trabajo ni por su presencia extravagante a fuerza de elegancia y chalinas, y una invitación concisa: mirar al mundo de otra manera.
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