Ciencia y arte: caminos entrecruzados
En la mente de muchos, científicos y artistas pertenecen a dos especies distintas, que se de dedican además a actividades radicalmente diferentes.
A los primeros, por lo general se los asocia con el mundo de la verdad, la evidencia, el método riguroso: el saber.
A los segundos, con el mundo de la imaginación, la inspiración, la espontaneidad: el sentir.
OCEAN MERGE
Ciencia y arte tienen, sin embargo, muchas más cosas en común de lo que nos hemos acostumbrado a creer.
Y cada vez más artistas, como el estadounidense Stephen Wilson, desarrollan su trabajo creativo en la intersección entre arte, ciencia y tecnología.
Ya no en museos, estudios y galerías, sino en laboratorios.
Se trata, sostiene Wilson en su libro "Arte + Ciencia hoy", de un espacio para la creación artística particularmente vibrante.
Probablemente, afirman algunos, de uno de los espacios más importantes para el arte del siglo XXI.
Acercando la ciencia al público
Los ejemplos incluyen desde imágenes generadas con la ayuda de poderosos microscopios electrónicos, hasta la modificación genética de seres con fines "artísticos", como el conejo que brilla al ser sometido a un tipo especial de luz azul, del artista brasileño-estadounidense Eduardo Kac.
Tampoco faltan las instalaciones interactivas, en las que los movimientos o las variaciones en el pulso o temperatura corporal de los participantes son capturadas por sensores especiales y traducidas en música o espectáculos luminosos. Operformances controladas remotamente a través de internet. Entre otros.
El arte puede ayudar a hacer más transparente el discurso científico, alentar la curiosidad de la gente o mejorar su nivel de conocimiento.
Stephen Wilson
Estos artistas, sin embargo, no sólo están aprovechando los avances científicos y las nuevas tecnologías para crear nuevas imágenes, sonidos, objetos o experiencias.
Al hacerlo, explica Wilson, también están ayudando a arrojar algo de luz sobre las implicaciones filosóficas, culturales y sociales derivadas de la investigación científica y el progreso tecnológico.
Y esa, sostiene, es una tarea de fundamental importancia.
"Le pedimos a la sociedad que tome todo tipo de decisiones sobre temas como la bioingeniería, etc. Y a menudo el público no tiene suficiente conocimiento ni las herramientas como para hacerlo", dijo Wilson en conversación con BBC Mundo.
"El arte puede ayudar a hacer más transparente el discurso, alentar la curiosidad de la gente o mejorar su nivel de conocimiento", explicó.
¿PROTOZOOS?
Como ejemplo, Wilson también ofrece su serie de instalaciones "Protozoa Games".
En una de estas instalaciones, que emplea microscopios digitales y tecnologías de detección de movimientos, los humanos juegan a imitar los movimientos de un grupo de protozoos (organismos microscópicos unicelulares) vivos.
"A través de estos juegos, la gente empieza a interesare y a entender mejor el mundo de estos seres, a primera vista tan simples", le dijo Wilson a BBC Mundo.
"En el fondo, se trata de una oportunidad para apreciar mejor la complejidad de la vida", sostiene el también profesor de arte conceptual de la Universidad Estatal de San Francisco.
Un espacio para la innovación
Esto no significa que en la intersección entre arte y ciencia, el rol del artista deba limitarse al de portavoz o educador.
De hecho, para Wilson, el arte debe sobre todo aspirar a convertirse en una zona de exploración independiente, en un espacio para la experimentación libre de los condicionamientos epistemológicos (y económicos) que restringen a la investigación científica tradicional.
Tanto científicos como artistas necesitan recurrir a la imaginación. El trabajo de ambos puede describirse como la exploración de una realidad que no conocen completamente.
Stephen Wilson
"Tanto científicos como artistas necesitan recurrir a la imaginación. El trabajo de ambos puede describirse como la exploración de una realidad que no conocen completamente. Y a lo que ambos aspiran es a ofrecer algún tipo de explicación sobre el mundo", dijo Wilson.
"Pero aunque exploren temas similares o partan de las mismas ideas, la ciencia busca verdades ‘universales’, que puedan ser verificadas por grandes comunidades. Y los artistas persiguen verdades individuales, idiosincráticas –aún cuando, en el fondo, esperan que estas también tengan valor universal", explicó.
En otras palabras, los artistas son más libres. Y en esto, sugiere Wilson, radica el poder de su posible contribución al mundo de la ciencia.
Al no estar tan condicionados por los paradigmas científicos dominantes o las barreras disciplinarias, los artistas que trabajan estos temas pueden innovar y explorar dimensiones que no están siendo atendidas por la comunidad científica.
"Y los artistas tecnológicamente sofisticados también pueden desarrollar nuevos productos sin tener que preocuparse por la posibilidad de generar ingresos inmediatos o por sus utilidad práctica", afirma Wilson.
¿El futuro del arte?
Todo esto, sin embargo, no significa que ese sea el único camino posible para el arte en este siglo de rápidas transformaciones tecnológicas y alucinantes descubrimientos científicos.
"El mundo del arte es tremendamente amplio y la corriente dominante todavía tiene que ver con vender pinturas y esculturas", reconoce Wilson.
"De hecho, muchos museos todavía no considerarían exhibir muchas de las obras de arte y ciencia. Lo que les interesa es ayudar a preservar los valores de la sociedad y permitirnos apreciar mejor el pasado", afirma.
"Hay, sin embargo, artistas que por el contrario dicen ‘vivamos la locura’ y tratemos de anticipar el futuro; que están pendientes de lo que ocurre en el mundo de la ciencia y la tecnología y ayudan a llamar la atención sobre esos descubrimientos".
"Y eso" concluye el profesor "me parece muy importante".
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