miércoles, 24 de diciembre de 2014

viernes, 12 de diciembre de 2014

Así se filmaron las escenas de sexo 

más realistas de Hollywood

NO TODO ES LO QUE PARECE, PERO NUESTRA MENTE SE VUELVE CÓMPLICE DEL ENGAÑO. LAS ESCENAS DE SEXO MÁS IMPACTANTES DEL CINE DISTAN DE SER EN EL SET LAS EXPLOSIONES DE SUDOR Y GEMIDOS QUE VEMOS EN LA PANTALLA.

POR: PIJAMASURF -

ARTE-CULTURA - 

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Sentimos un ligero dejo de vergüenza al acercarnos silenciosamente a la intimidad de alguien más ocultos en la oscuridad de la sala, pero el cine mismo está hecho de ese placer vouyerista de ver sin ser visto. El cine quiere seducirnos, involucrarnos, acercarnos lo más posible a la experiencia humana, y no hay mejor forma de hacerlo que mostrándonos sexo duro y directo. Sin embargo, si viéramos realmente a través de la chapa de la puerta cerrada del set nos daríamos cuenta de que no todo es lo que creemos estar viendo. El cine busca engañarnos, meternos en su juego, pero sólo lo logra si nosotros nos engañamos primero. Nuestra mente es el teatro donde toda esa actuación y edición se vuelven verdadero sudor, gritos y fluidos.
“Sexo y Muerte,” escribió alguna vez William Butler Yeats, “son las únicas cosas que pueden interesar a una mente seria.” Y desde su origen, el cine ha mantenido una fascinación única por la sexualidad humana.
En 1899, sólo cuatro años después de que los hermanos Lumière fueran anfitriones de su primer proyección privada, los cineastas franceses Albert Kirchner y Eugène Pirou sacaron a la luz Le Coucher de la Mariée. El film, silente y con 7 minutos de duración, mostraba a la estrella de cabaret Louise Willy realizando un sensual striptease. El corto de Kirchner y Pirou es ampliamente reconocido como la primera película pornográfica jamás hecha.
Fue hasta Un chant d’amour, un corto dirigido por Jean Genet y lanzado en 1950, que el sexo no simulado irrumpió en el cine mainstream. El film de 26 minutos, con fotografía de Jean Cocteau, cuenta la historia de un guardia en una prisión francesa que obtiene placer viendo a los presos masturbarse. El film pionero de Genet mostraba con descaro close-ups de masturbación masculina.
A partir del abandono del Código Hays, un estricto manual de censura moral que gobernó Hollywood de 1930 a 1968, el sexo se volvió cada vez más un recurso en el cine.
Idioterne, una película de Lars von Trier de 1998, que contiene close-ups de penetración vaginal, fue la puerta de entrada a una nueva era de sexo no simulado en las películas, que incluye Romance de Catherine Breillat, Pola X de Leos Carax, la felación de Chloe Sevigny a Vincent Gallo en The Brown Bunny, y 9 Songs el film de sexo y drogas de Michael Winterbottom.
La última provocación de von Trier, Nymphomaniac: Vol. I, es la primera de una saga de dos partes centrada en Joe (Charlotte Gainsbourg), una adicta al sexo. La arriesgada odisea psicosexual también contiene lo que aparentan ser escenas de sexo no simulado entre la Joe de veintitantos años (Stacy Martin), y uno de sus amantes, interpretado por Shia LaBeouf.
¿Cómo han sido creadas las escenas más realistas de sexo en la pantalla grande? Echemos un vistazo.
Nymphomaniac: Vol. I (2014)
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En la escena climática de la película de von Trier, la audiencia es enfrentada a close-ups de LaBeouf penetrando a Martin. La escena está filmada desde atrás mientras LaBeouf está de pie, así que se puede ver su miembro penetrándola repetidas veces, con la agitada cara del actor apareciendo en el espacio restante.
“Filmamos a los actores pretendiendo tener sexo y luego tomamos a los dobles de cuerpo, quienes realmente tuvieron sexo, y en postproducción mezclamos digitalmente las dos tomas”, explica la productora Christine Vesth. Empalmar las tomas fue un proceso tan meticuloso que retrasó la producción del film lo suficiente como para que no estuviera en Cannes.
“Debido a los efectos especiales, necesitaban que los dobles porno lo hicieran primero”, señala Martin. “Así que ellos tuvieron sexo —hacían su trabajo, básicamente, pues creo que son actores porno en Alemania— y luego nosotros entramos e hicimos lo mismo, pero con los pantalones puestos. Y luego todo fue postproducción”.
También hay una escena con una felación que luce muy real, con Joe complaciendo oralmente al pasajero de un tren, pero el equipo de Nymphomaniac utilizó un miembro prostético, según señala Martin.
La Vida de Adèle (2013)
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La épica película de tres horas del cineasta Abdellatif Kechiche, basada en la novela gráfica de Julie Maroh, cuenta la historia de Adèle (Adèle Exarchopoulos), una extraña (pero hermosa) quinceañera que, después de fracasar ligando con uno de sus compañeros de escuela, se ve a sí misma enamorándose de Emma (Léa Seydoux), una estudiante universitaria de arte con cabello azul. Es una honesta y cruda representación del primer amor, y contiene una escena de sexo de 7 minutos entre las dos jóvenes mujeres que luce increíblemente real.
“Teníamos vaginas falsas que eran moldes de nuestras vaginas reales”, señala Seydoux. “Es extraño tener un molde falso de tu vagina y luego ponerlo sobre tu vagina real. Pasamos 10 días en hacer sólo esa escena”. “De pronto sabes que vas a estar desnuda todo el día haciendo diferentes posiciones sexuales, y es difícil porque no estoy tan familiarizada con el sexo lésbico”, añade Exarchopoulos.
Irreversible (2002)
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Es una de las más notorias y perturbadoras secuencias del cine moderno. En el thriller de venganza de Gaspar Noe, contado en reversa, Alex (Monica Bellucci), frustrada por las payasadas de su novio Marcus (Vincent Cassel), abandona la fiesta en la que se encuentran. En su camino a casa, ve a un proxeneta llamado “le Tenia” golpeando a una prostituta transgénero. Entonces, él vuelve su atención a Alex, la sigue hasta un paso a desnivel, la lleva al suelo, la golpea brutalmente y la viola.
Una de las razones por la que es tan escalofriante (y por la que mucha gente se sale de la sala) es que la escena parece ser hecha en una sola toma, haciendo parecer todo demasiado real. Pero el efecto de “toma continua” fue logrado juntando dos tomas en la edición. Noe filmó siete diferentes versiones de la escena ininterrumpida, y terminó con una toma virtual combinando la primera mitad de la última toma y la primera de la cuarta.
“No es real,” dice Bellucci. “Luce como una película snuff por al forma tan realista en que la filmó Gaspar, así que la gente se molesta mucho cuando la ve. Pero sólo es actuación… ¿Recuerdas el lindo vestido que utilizaba?, había 10 de ellos, pues eran destruidos durante la violación. Así que pedí que me guardan uno. Pensé que una noche lo utilizaría porque me gustaba mucho. Pero después de hacer la escena, no puede tocarlo. Ni siquiera podía voltear a verlo.”
El realismo de la escena fue realzado limpiándola digitalmente y añadiendo efectos, como sangre y rasguños en la cara de Bellucci, además de que agregaron en postproducción el pene del violador.
“Mantuvimos el cierre arriba cuando estuvimos filmando la escena de la violación porque de otra manera habría sido demasiado para Monica,” dice Noe. “Pero yo [alteré digitalmente] la escena en postproducción para hacerla ver más real.’”
Monster’s Ball (2001)
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Probablemente, la parte más memorable del drama de relaciones raciales de Marc Forster, es la feral y catártica escena de sexo entre Leticia (Halle Berry), una madre soltera cuyo esposo fue ejecutado por pena de muerte, y Hank (Billy Bob Thornton), el racista oficial de la correccional que encaminó al hombre a la silla eléctrica. Según se afirma, el papel le fue ofrecido a Angela Bassett, pero lo rechazó por la escena de sexo, la cual es bastante cruda, y muestra al personaje de Berry montando a Thornton mientras le grita, “¡Hazme sentir bien!”
Pero la escena, que muestra a ambos actores completamente desnudos y aparentando tener sexo, fue sólo el resultado de excelentes actuaciones. “Sólo pensaba hacerla si Billy Bob aceptaba estar tan desnudo como yo,” señala Berry. “Hicimos la escena en el Día 19 de un rodaje de 21 días. Siempre digo que Billy Bob y yo salimos por tres semanas y luego nos acostamos. La escena de sexo me espantó completamente, pero el valor llega de formas extrañas. Veo todo ahora y pienso, ¿quién es esa chica que está ahí?”
“Halle dijo, ‘O me cuentas todos los detalles de la escena o déjame participar en la edición del corte final,’” añade Forster. “Dije que estaba bien. Así estaba mejor, porque entonces no tenían que preocuparse y sentirían más libertad. Rodamos la escena y entonces los tres revisamos el material. Básicamente así decidimos lo que ellos querían quitar o mantener. Cuando vieron la escena final, ambos estaban muy contentos con el resultado.”
Berry ganó el Oscar a Mejor Actriz por su deshinibida actuación, mientras que Thornton más tarde declaró que el realismo de esta escena contribuyó a la ruptura de su relación con su entonces novia, Angelina Jolie.
Calígula (1979) 
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Ahora reconocida como una de las peores películas jamás filmadas, esta biografía sigue el ascenso y la caída de Calígula, interpretado por Malcolm McDowell, y muestra muchos desnudos de sus estrellas, incluyendo a Helen Mirren como su ex-cortesana/esposa, Caesonia. Pero la épica película de 17 millones de dólares del fundador de Penthouse, Bob Guccione, escrita por Gore Vidal y (casi completamente) dirigida por Tinto Brass, contiene una enorme lista de sexo no simulado, incluyendo fisting, felaciones, orines y penetraciones.
Después de que Guccione despidiera a Brass, contrató a Giancarlo Lui para filmar 14 minutos adicionales de sexo duro mostrando a sus amadas modelos de Penthouse, de los cuales sólo seis minutos entraron en el corte final.
“En las dos horas de film que vi, no había escenas de felicidad, placer natural, o entusiasmo sensual,” escribió el crítico de cine Roger Ebert. “Fue, más bien, una nauseabunda excursión a un mundo de fantasías tristes y básicas.” Calígula es una de las únicas tres películas de las cuales Ebert se salió.
Don’t Look Now (1973)
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Forster utilizó las escenas sexuales de los films del aclamado director británico Nicolas Roeg como modelo para su gran escena en Monster’s Ball. De las películas de Roeg, definitivamente la más famosa es el clásico de 1973 Don’t Look Now.
Después del ahogamiento accidental de su joven hija, John (Donald Sutherland) y Laura (Julie Christie) hacen un viaje a Venecia, Italia. Mientras Laura está en un restaurante, Heather, una mujer ciega que dice ser una medium capaz de comunicarse con su hija fallecida, se acerca. Laura se desvanece y es llevada al hospital. A su regreso, John y Laura tienen sexo—una secuencia de cuatro minutos que, por años, se dijo que era real, gracias a las convincentes actuaciones de los actores.
Peter Bart, un joven ejecutivo de la Paramount, afirmaba que él había estado presente en el set y que la escena de sexo entre Sutherland y Christie había sido real. Pero pronto Sutherland salió a rebatirlo. “Peter Bart embusteramente escribe que fue testigo de la filmación de la escena de amor de Don’t Look Now y vio sexo,” exclamó Sutherland. “No es cierto, nada de eso. Ni el sexo, ni él siendo testigo. De principio a fin, sólo había cuatro personas en ese cuarto, [el director] Nic Roeg, Tony Richmond, Julie Christie y yo. Nadie más. Los cables pasaban bajo la puerta cerrada, y esto fue 20 años antes de los monitores de video.”
“Sólo pretendimos tener sexo, (pero) fue difícil para ambos, Donald y yo”, agregó Christie. Hicimos la escena al principio de la filmación y estábamos terriblemente avergonzados. Después de que el film salió, mi padrastro me dijo, ‘Espero que no estés retorciéndote en la próxima.’”

domingo, 7 de diciembre de 2014

FADO - AMALIA RODRIGUEZ



Marta Minujín: "Tengo 25 años. Me quedé ahí, en los 25. Me siento mejor con la gente joven a la que le gusta el arte"

Por   | LA NACION
La galaxia Minujín es multifacética. No se cansa de dejarlo en claro su principal habitante: Marta, la artista pop, la delirante más cuerda, la ególatra más generosa. Mujer dura cuando se calza sus eternos anteojos negros; vulnerable -o chispeante o sabia-cuando baja el mentón, sube las cejas y mira por sobre el marco de las lentes. Su gran amor del momento es Lobo de mar, la enorme estructura que realizó para el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, inicialmente recubierta de envoltorios de alfajores, y ahora vuelta a revestir con 40.000 piezas de metal. "Es como la esfinge de Egipto", dice la pionera del arte multimedia, la chica que en los años 60 alteraba el ritmo de la calle Florida con su desparpajo hippie y que luego rompería, con obras de arte efímero y vocación universalista, el marco a veces restrictivo del arte contemporáneo.
 
Foto: Julián Bongiovanni
Señora casada hace unas cinco décadas, madre de dos y abuela de seis, la Minujín es, a los 71 años, una figura pública que sabe cómo erigir una muralla de amianto alrededor de su intimidad. También es una tromba difícil de retener en una entrevista. "¿Terminamos? Tengo que trabajar", dice cada tanto. Pero sigue hablando. Y se deja fotografiar, aunque hubiera preferido que no. Y muestra los recovecos del taller que armó en San Cristóbal, dentro de las paredes de la que fuera su casa de infancia. "Te parecés a Alejandra Pizarnik", lanza, inesperadamente, a la cronista. Un cordel. Una línea de simpatía que hay que tomar. Aunque la mujer sin edad que tenemos delante sabrá elegir cuál de sus rostros, finalmente, mostrar.
-¿Con los periodistas, es amor y odio?
-Es que todo el tiempo llama alguien que quiere una entrevista. Cada vez más. Demasiado. Al mismo tiempo, ocurre una cosa muy rara: estoy por hacer mi autobiografía, y otro libro grande, que se va a llamar Marta Minujín por Marta Minujín a través de los medios. Como desde la adolescencia estoy en los medios?
-O sea que estás en un período más bien introspectivo.
-Crear, crear y volver la mirada al pasado. Es una etapa de revisión que mucho no me gusta. Pero me doy cuenta de que es necesario que lo haga, porque mi experiencia le puede servir a la gente. Ver que alguien puede hacer cosas absolutamente increíbles, simplemente por la fuerza de querer hacerlas.
-Cuando mirás hacia atrás, ¿qué es lo que más te cuesta ver?
-Lo más duro es la infancia y la adolescencia. Hasta que descubrí que mi vida era el arte, fue terrible. Yo me creía Van Gogh, que se quería suicidar? Era chica y admiraba a los varones porque tenían otra libertad. Aunque lo logré sola: me casé a los 16 años -falsifiqué la partida de nacimiento, el documento, todo- y me fui de casa. Pasaron cosas trágicas, se murió mi hermano? esa parte es fea. Era la casa de arriba, allá [señala el primer piso del edificio donde funciona su taller]. No voy nunca.
-Anoté una frase que subiste a tu cuenta de Twitter: "No acepto las sillas cómodas ni las comidas tibias, seguramente masticadas. Voy herida por una flecha de la libertad".
-Tengo más.
-Es hermosa.
-Las otras frases son mejores.
-¿Qué edad tenías cuando la escribiste?
-20 años.
-Sola en París.
-Sí, sola. En un taller como éste, sin baño ni calefacción. Para ir al baño bajaba las escaleras, corría a la esquina. Para bañarme, iba a los baños turcos. Sin embargo, ahí hice toda mi obra. Caminaba, me encontraba con Alejandra Pizarnik, ella siempre estaba con Ítalo Calvino, Octavio Paz, André Pieyre de Mandiargues, que era un surrelista, Julio Cortázar... Alejandra era mi mejor amiga.
-Tremendo mundo, el tuyo.
-Siempre tuve un mundo interior brutal, me sale así. Pero en ese momento lo vivía más, porque estaba con Alejandra. No tenía nada de plata, me arrastraba por las calles, arrastraba los colchones. Cuando llegue a París creí que me moría.
-¿Qué distancia hay entre esa chica y la mujer del presente?
-No creo que mucha. Sigo rebelde, terrible.
-¿No te dan, a veces, ganas de abrazar a esa Marta tan joven?
-No, porque era bien terrible. De mi familia no quería saber nada. Siempre pensé que no tenía familia, que era de otro planeta. Lo sigo pensando. Salvo con la familia que yo he procreado, aunque tampoco tiene mucho que ver conmigo. Tengo hijos, nietos, los adoro. Pero me siento diferente.
-¿Un desafío, la continuidad de los afectos?
-Lo del amor eterno, lo pensé? como que el arte y el amor son iguales. A mí me pasó con mi marido [el economista Juan Carlos Sabaini]. Es una pasión irracional. Como estoy tan metida en el arte, me dije: "Voy a estar con esta persona, no me voy a distraer con otros". Es un poco así: concentración en lo que uno tiene adentro y lo que tiene que dar. Porque vos pensá que Van Gogh no quería relacionarse con nadie, porque si lo hacía perdía su tiempo metafísico. Así que tuve la suerte de encontrar una persona con la que puedo estar sin tener nada que ver. A él le gusta sentarse a la mesa, comer? A mí no; rechazo las invitaciones a cenar, no me gusta Cariló, no me gusta Punta del Este. Odio los valores burgueses.
-¿No se complica lo de odiar los valores burgueses si participás en el mundo del arte actual?
-Ay, sí, el arte está burgués. Muy burgués. En los 60, nadie quería vender nada, nadie tenía un centavo? Yo le decía a Romero Brest: "Los museos y las galerías han muerto". Por eso después, por muchos años, las galerías no quisieron saber nada conmigo. No vendía nada. Pero me saqué 17 becas. Me presentaba, ganaba y con eso vivía. Mal, pero vivía.
-¿Y cómo vivís ahora? ¿Te preocupa la inseguridad, por ejemplo?
-Por ahora, vengo zafando. Leo todos los diarios. Me parece horrible, pero bueno, me cuido, estoy alerta. Una vez, en los 60, me asaltaron muy feo en Nueva York, cruzando el Central Park. Muy mal. Con navajas. Nos robaron todo. A las siete de la tarde; yo iba con Bebe, mi marido. Eran tres portorriqueños; amenazaron violarme y Bebe trató de defenderme. Hasta ahí, todo había sido en inglés, pero cuando vi que él me quería defender, le grité en español: "¡No, por favor, te van a matar!". Cuando me escucharon hablar en español? nos dejaron ir. Salimos del Central Park sin un peso, y nos encontramos en el suelo una pulsera Tiffany de oro. La empeñamos durante años para poder vivir. Magia.
-¿En qué creés? ¿La magia? ¿Dios?
-Creo en un orden superior de síntesis y en los planetas, el universo. No los astros, eh, otra cosa. Y creo en el arte, que es mi religión, mi protección. Pensá que yo voy a cualquier lugar, hago un dibujo y me puedo ganar la vida. Un dibujo, un mural, y ya tengo hotel gratis... Creo en la fuerza del pensamiento. Tengo una fuerza, pienso el deseo y se hace el milagro.
-Tremenda energía.
-Tremenda. Pero si no trabajás se te puede volver en contra. Demasiada energía, una energía abstracta que tengo, que si no la canalizo en las obras? Yo creo que me voy a morir así. Haciendo obra.
-¿Cuesta pensar en la muerte?
-Sí, pero miralo a Polesello. Estaba recontra vivo y se murió. No me gusta que se haya muerto. Era mi amigo. No debiera haberse muerto; para mí que fue un error. Lo mismo que Federico Peralta Ramos. Amigos. Ahora no quedan tantos que hayan vivido aquel happening, aquellas épocas.
-Siempre van a quedar las obras.
-Después de la muerte no te das cuenta de nada. Pero podés dar un ejemplo de vida. Por eso la idea de hacer una autobiografía: vengo de donde vengo, ¡y un día hago un lobo marino de alfajores de metal! Es increíble haber convencido a una empresa como Havanna para semejante delirio. ¡Logré meter a la empresa dentro de la obra! ¡Le hice producir 40mil alfajores de metal! Ahora lo mirás y tenés que ponerte anteojos oscuros, porque es tan brillante y dorado... Un lobo que encandila.
-¿Un faro?
-¡Sí! Va a brillar.
-Vos también funcionás un poco como faro; eso pesa, ¿no?
-Es cansador. La paso mejor en Nueva York o París, sola. Trato de viajar. Acá es todo muy estricto.
-¿Y con esta época cómo te llevás?
-Me siento genial. Los años 70, 80, 90, no me gustaron. Me gustó el 2000: la velocidad de la información.
-Se te ve en las redes. Pero alguna vez cuestionaste la falta de profundidad de mucho de lo que circula por Internet.
-Y, lo que yo leía cuando era chica no tiene nada que ver con esto. Hesse, Joyce, Miller, Kerouac. Sartre, mucho Sartre. Hegel.
-¿Qué leés ahora?
-Releo. ¡A los 20 años había leído todo! Iba como oyente a la Facultad de Filosofía, a la de Arquitectura. No quería estar en mi casa. Aún hoy no quiero estar en mi casa. Soy homeless. No tengo casa; tengo taller. Pero acá no podés dormir, porque casi no hay baño, no hay agua caliente?Tampoco cocinar. Sólo hay una pava eléctrica. Homeless. Me gustan los hoteles. Viviría siempre en un hotel.
-Pero tu hogar es éste.
-No te creas, esto es taller de trabajo. Yo creo que mi hogar está en la vía láctea, en otro lado. No lo encontré aún.
-¿Y qué decir de tus nietos?
-El más grande tiene 20 años; el más chico, uno. El otro día llevé una rayuela -de las que hice en París, en el homenaje a Cortázar- a la escuela de uno de ellos. Los chicos saltaron, jugaron, los hice pintar? Cuando los más chiquitos vienen acá, al taller, se vuelven locos. Son los que mejor sintonizan.
-¿Qué te hizo ser distinta?
-La libertad brutal que tengo con el trabajo.
-¿Cuándo descubriste que eras artista?
-En quinto grado. Estaba mirando el pupitre, y dije: "Soy artista plástica". No tenía aptitudes para dibujar, pero lo sentí. Ahí empecé a tratar de ir a Bellas Artes.
-¿Podría decirse que no tenés edad?
-Sí, totalmente?. O no: tengo 25 años. Me quedé en 25. Todos los que están acá, mis asistentes, tienen entre 25 y 24. Me siento mejor con la gente joven a la que le gusta el arte.
-¿Qué te decidió a tener asistentes?
-Cuando me ocurrió aquello en Ezeiza [en 2004, fue detenida por llevar cocaína] fui a una psiquiatra, que me dijo: "Tenés que organizarte, tener secretaria". Y lo hice.
-¿Cómo reconocés a quienes tienen tu misma frecuencia?
-Lo siento. Cinco años tuve a una secretaria burguesa, y no lo soporté. Como los que fueron siempre a un mismo colegio. Encasillados. Yo fui hasta sexto grado a una escuela del Estado. Ni terminé cuarto año en Bellas Artes. Pero me presentaba a becas y las ganaba.
-Ahora sería imposible hacer una carrera como la tuya.
-No existe. Ahora necesitás el secundario, y ahí ya te adoctrinaron. A los 12 años yo estaba en primer año de Bellas Artes. A los 16 abandoné. Me quedaba una materia cuando me fui a París. Y después querían que rindiera todo? nunca mas volví.
-Además de la psiquiatra, ¿alguien puede decirte qué hacer?
-Es difícil, difícil. ¿Sabés que no puedo hacer nada por encargo? A pedido, no puedo.
-De todos modos, es como si no conocieras el miedo a la página en blanco.
-Jamás. No paro, no puedo parar. Es tremendo. Me levanto, desayuno y vengo para acá. Y si una obra no me gusta, la rompo. Estuve rompiendo muchísimo. Siempre rompo.
-Para ser de otro planeta, hundís muchas raíces en éste.
-Soy de otro planeta. Pero me camuflo en una persona bastante normal.

BIO

Profesión: artista
Edad: 71 años
Emblema de la vanguardia y el arte pop de los 60, brilló en el Instituto Di Tella. Obras como La Menesunda, el Minuphone (restaurado y vuelto a exponer en el Espacio Fundación Telefónica), El Partenón de libros o el Lobo de mar del Museo MAR de Mar del Plata la convirtieron en una de las más populares artistas argentinas