domingo, 31 de marzo de 2013


Archivos revelan que Shakespeare era un especulador

William Shakespeare
Nuevas investigaciones indican que William Shakespeare no era sólo un dramaturgo prolífico sino también un poderoso terrateniente y un empresario despiadado.
Unos documentos descubiertos por la Universidad de Aberystwyth, en Gales, indican que el célebre autor inglés se benefició de la hambruna y la miseria.
Registros de las cortes y de la oficina de impuestos señalan que Shakespeare fue procesado varias veces por acumular los alimentos ilegalmente y revenderlos a precios inflados.
El autor de “Romeo y Julieta” y “El mercader de Venecia” sSe retiró de la vida laboral a los 24 años y ya era mayor propietario de su ciudad natal, Stratford-upon-Avon.
Se cree que la vida de Shakespeare como rico terrateniente se puede reflejar en su obra Coriolanus que se centra en los disturbios desatados por el acopio de granos durante una hambruna.

lunes, 25 de marzo de 2013



En la vorágine de Buenos Aires, ¿somos capaces de apreciar el arte?

LA NACION utilizó un experimento social para comprobar si los ciudadanos somos capaces de detectar a un artista de renombre actuando en medio de un entorno urbano; Pablo Saraví, primer violínista del Colón, fue el protagonista; acceda al video y a los resultados
Por Diego Granda y Julieta Cuneo  | LA NACION
El concertino Pablo Saraví , primer violín del Teatro Colón y de la Filarmónica de Buenos Aires, ofreció un concierto de media hora compuesto por obras de Bach, Mozart, Vivaldi, Telemann, y Kreisler, en el nudo del subte que une las estaciones Carlos Pellegrini, 9 de Julio y Diagonal Norte, de la ciudad de Buenos Aires.

Virtuoso y cotizado por sus actuaciones, vestido casualmente, Saraví sacó su Carlo Ferdinando Landolfi , construido en Milán en 1770, y se dispuso a seducir artísticamente con su violín a la ciudad de la furia. Unas dos mil personas pasaron sin detener su marcha. Doce se detuvieron durante un instante. Una persona lo reconoció.
LA NACION realizó este experimento social en base al que el diario Washington Post llevó a cabo seis años atrás en la estación L´énfant de Washington DC, con el violinista Joshua Bell, como parte de un análisis sobre la percepción, el gusto y las prioridades de los estadounidenses.
La belleza pasa desapercibida ", fue la conclusión a la que llegó el Post , luego de que Bell recaudara 32 dólares y fuera reconocido por una sola persona. En Buenos Aires, el arte del violín de Pablo Saraví también pasó desapercibido para la mayoría, aunque la proporción de "atentos" fue mayor, y la "recaudación" también: $76, 25 (en media hora).
"Esta experiencia tiene que ver con cómo una persona que está distraída o apurada puede llegar a apreciar una manifestación artística en un lugar que no es el habitual", aseguró Pablo Saraví al acceder a la propuesta de LA NACION. "La gente fue muy respetuosa, y no fue raro lo que pasó. Esta no es la música que se escucha siempre en este lugar", sostuvo ni bien terminó.
"Así como yo estoy acá, hay otros miles de artistas en la ciudad haciendo lo mismo; hay para todos los gustos. Lo importante es despertar un poco la conciencia", sostuvo Saraví. "En las ciudades grandes se da un cierto fenómeno, que es que cada uno está en lo suyo, lo que no quiere decir que la gente sea insensible", agregó.
 
Pablo Saraví, actuó, como solista y recitalista, en casi todos los países de América del Sur y del Norte, gran parte de Europa, norte de África y Asia. Foto: LA NACION / Guadalupe Aizaga
Verónica Durán, una empleada administrativa de 31 años que, de camino al trabajo, eligió dedicarle unos instantes a la música de Saraví, contó: "Me quedé porque me encantó, y en general cuando tengo tiempo siempre me paro; me di cuenta de que es un profesional por la forma en la que agarra el arco y por cómo suena".
En la misma línea se expresó Lautaro Vascos, un músico de 25 años también camino al trabajo, pero "sin apuro", quien además reconoció al violinista de haberlo visto en el Colón: "Me parece increíble que un músico de este nivel esté acá haciendo esto acá, en este contexto", dijo el sorprendido joven.
Otra persona que se detuvo no reconoció al Saraví pero si reconoció a la primera sonata y las partituras dos y tres de Johann Sebastian Bach. El violinista había adelantado su elección de tocar esta pieza clásica: "Es una obra muy conocida, atemporal, y atrae mucho a la gente porque tiene algo espiritual".
"La vida es eso que pasa mientras nos ocupamos haciendo otros planes", escribió John Lennon, cuando compuso Beautiful Boy . Trayéndolo a la vida cotidiana en la gran ciudad, en un entorno común, y con la urgencia por llegar, ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

jueves, 21 de marzo de 2013


Subastan la "Mona Lisa kitsch"

La Niña China del pintor ruso Vladimir Tretchikoff, una de las pinturas más reproducidas del mundo, se vendió en una subasta en la Casa Bonhams de Londres por casi US$1,5 millones.
La obra fue comprada por el empresario y joyero británico Laurence Graff y según un representante de Bonhams será exhibida al público en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, junto con el resto de la colección de arte de Graff.
Tretchikoff pintó La Niña China en Sudáfrica en 1952. Su musa fue una joven de 17 años, Monika Sing-Lee, a quien descubrió cuando trabajaba en una lavandería cerca de su casa en Ciudad del Cabo.
El artista sabía cómo hacer dinero y antes de vender el cuadro tomó fotografías con las que imprimió cantidades enormes de copias en papel barato.
Las copias se vendieron como pan caliente en el Reino Unido, Sudáfrica, Australia y Canadá.
Hoy en día, la joven de rostro verde y labios rojos se ha convertido en una especie de ícono y la imagen ha sido reproducida en millones de productos alrededor del mundo.
Esta popularidad ha llevado a que Tretchikoff, quien murió en 2006, sea conocido hoy como "el rey del kitsch".

sábado, 16 de marzo de 2013

Noticias de Guipuzcoa

Artistas que hicieron la guerra a la guerra


EL GUGGENHEIM BILBAO EXHIBE OBRAS DE ARTISTAS QUE RESISTIERON A LA OCUPACIÓN NAZI
BILBAO, MAITE REDONDO - Sábado, 16 de Marzo de 2013 
Una mujer ante un cuadro de Henri Matisse.
Una mujer ante un cuadro de Henri Matisse. (efe)

    • Una mujer ante un cuadro de Henri Matisse.
    LA pintora judía de origen alemán Charlotte Salomon murió en la cámara de gas del campo de concentración de Auschwitz el 10 de octubre de 1943, a la edad de 26 años. Sus cuadros, que cuelgan desde ayer en una de las galerías del Guggenheim Bilbao, impactan en la retina del espectador. Como los de Eluard y su compañera Ruch, o los de tantos otros creadores que pertenecieron a la resistencia francesa y se refugiaron en campos de internamiento y psiquiátricos para huir de la opresión de la ocupación nazi.
    También se pueden contemplar algunas inquietantes obras de una joven creadora totalmente desconocida, Miriam Levy. "Solo sabemos de ella que tenía un gran talento como demuestran estas pequeñas obras que se pueden ver ahora en Bilbao", explicaron ayer Jacqueline Munck y Laurence Bertrand Dorléac, comisarias de la exposición Arte en guerra. Francia 1938-1947: de Picasso a Dubuffet, que el Guggenheim ha abierto al público hasta el 8 de septiembre. Una gran exposición organizada en colaboración con el Museo de Arte Moderno de París (MAM), que reúne más de 500 obras de 120 artistas que supieron dar una respuesta estética al horror de la II Guerra Mundial y que, sin duda, no puede dejar indiferente a nadie.
    Patrocinada por el BBVA, Arte en la guerra tiene varios niveles de lectura, según explicó el director general del Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte. "Acerca al público un contexto histórico y político durante la guerra en Francia y da a conocer el trabajo de los artistas de la época, incluso de los más desconocidos. La exposición evidencia la forma en la que estos creadores resistieron y reaccionaron "haciendo la guerra a la guerra", con formas y materiales casuales impuestos por la penuria, incluso en los lugares más hostiles a toda expresión de libertad.
    MATISSE, PICASSO, GIACOMETTI...
    Los surrealistas
    Nada más adentrarse en la exposición, que previamente ha pasado por el Museo de Arte Moderno de París, el visitante parece retroceder a 1938, cuando se celebró la Exposición Internacional del Surrealismo, en la que se intuyó lo que estaba por venir, cuando la componenda de Munich dio alas al nacionalsocialismo de Hitler. Para poner en contexto la situación, se ha recreado incluso una de las instalaciones de Marcel Duchamp que se expusieron allí y se ha cubierto el techo con sacos de carbón, que producen un efecto sobrecogedor, como si el visitante estuviera oculto por una enorme trinchera.
    Más politizados que sus compañeros, los surrealistas habían presentido que, de un día para otro, todo podía decantarse por la violencia, como así ocurrió. En esa atmósfera oscura y de pesadilla, se pueden contemplar obras de Dalí como La torre (1936), el Cadáver exquisito de André Bretón o La inspiración de Yves Tanguy.
    En otra sección, se muestra la producción artística de los artistas en los campos de concentración, creados inicialmente por las autoridades francesas para albergar a los ciudadanos que huían de la España franquista, y en los que fueron confinados 600.000 hombres y mujeres, entre republicanos españoles, judíos y miembros de la residentencia gala. En una de las vitrinas se encuentra un álbum de fotografías abierto precisamente por las páginas en las que se ven imágenes de actividades realizadas por prisioneros vascos, entre ellos varios dantzaris.
    En esta atmósfera hostil, incluso los maestros de referencia como Picasso, Matisse o Pierre Bonnard se protegían encerrados en sus talleres o confinados en la zona sur del país, al abrigo de la persecución nazi. Una de las galerías está dedicada precisamente al artista malagueño Pablo Picasso, convertido en todo un símbolo de la resistencia a la ocupación nazi. En ella, se encuentran su Cabeza de toro, realizada con el manillar y el sillín de una bicicleta, o sus magníficos retratos de las mujeres que formaban parte de su vida amorosa como Marie-Therèse Walter, Dora Maar o Françoise Gilot. La exposición también acoge obras de aquellos artistas, que desde los hospitales psiquiátricos donde estaban internados, trabajaron con los materiales que tenían a mano.
    Al lado están las obras de la galería de Jeanne Bucher, una de las pocas que resistió en París mostrando el trabajo de artistas que para los nazis eran degenerados.
    Cierra la exposición una escultura de formas angulosas que lleva el sello de Giacometti, Nariz (1947), que parece un apéndice nasal pero también recuerda a una pistola. Sin duda, una exposición inquietante, en algunos momentos, angustiosa, pero que no quiere caer en el pesimismo ni en el derrotismo. "Hemos querido que sea una muestra optimista, esperanzadora, porque a e pesar de los horrores de la guerra, muestra cómo salir adelante", finalizaron las comisarias.

    domingo, 10 de marzo de 2013


    Música para tratar la hiperactividad



    Reproductor multimedia

    La música, que durante miles de años ha acompañado al hombre, hoy en día es el centro de una investigación que busca entender cómo afecta al cerebro.
    Especialistas están usando todo tipo de instrumentos simples, combinados con escáneres de vanguardia, para descubrir cómo el cerebro reacciona a las melodías.
    Sospechan que la música puede ayudar a mejorar la concentración y la calma, lo que serviría para el tratamiento de la hiperactividad.
    Vea este video de BBC Mundo sobre un estudio hecho con niños.

    viernes, 8 de marzo de 2013


    Hoy, en el Día de la Mujer, recordamos a mujeres que dejaron su marca en la historia de la literatura. Por distintos motivos: desafiar el poder establecido, inventar nuevos géneros, ampliar los límites del lenguaje o ser pioneras en logros que tradicionalmente se reservaban a los hombres.

    Aquí van cinco elegidas (¡y claro que podrían citarse muchas otras más... ya tendrán oportunidad de sugerirlas ustedes!):

    1. Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant... o George Sand, su seudónimo (1804-1876)

    George Sand fue una escritora francesa. No satisfecha con ser culta y divorciada (dos novedades para la época), Aurore Dupin comenzó a vestir con ropa masculina para circular con toda libertad por todos los círculos sociales de París. Amante de Alfred de Musset y Federico Chopin, escribió, entre otras, las novelas Indiana (1832), Lelia (1833), El compañero de Francia (1840) y Los maestros soñadores (1853).

    Pero tal vez pueda decirse que su lucidez como pensadora ya queda acreditada en estas frases:

    "La inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón" .

    "Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado".

    "He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes, con gustos opuestos".

    2. Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)

    Nació en México bajo el nombre Juana de Asbaje y Ramírez, pero se hizo más conocida por su nombre religioso. Precoz en su habilidad para leer y escribir, y ávida de conocimientos, de muy joven ingresó a la corte del virrey para ser dama de compañía de Leonor de Carreto, su esposa, y luego se introdujo en la Orden de las Jerónimas. Eran épocas en que no era posible para una mujer acceder a los claustros académicos de otra forma.

    Escribió obras religiosas y profanas; las primeras, bajo la forma de coplas y villancicos; las segundas, bajo la forma de sonetos y redondillas. Y también escribió cartas; la más memorable, aquella encendida autodefensa de su tarea intelectual dirigida al obispo Manuel de Santa Cruz, escondido bajo el seudónimo de Sor Filotea, en el escrito que se dio en llamar Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (aquí, de regalo). Murió tempranamente en una epidemia.

    3. Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1891)

    Pionera en el género del terror con su temprana obra Frankenstein o el moderno Prometeo (más abajo, también de regalo), Mary Shelley fue también capaz de instaurarse como escritora profesional e independiente en la Inglaterra del siglo XVIII. Se la considera una de las precursoras de la filosofía feminista.

    4. Gabriela Mistral (1889-1957)

    En 1945, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, más conocida como Gabriela Mistral, se convirtió en elprimer escritor latinoamericano en recibir el premio Nobel (y en la quinta mujer en el mundo).
    Además de poeta y destacada pedagoga, fue cónsul de su país, Chile, en varias ciudades del mundo.

    5. Alejandra Pizarnik (1936-1972)

    Notable poeta argentina, que se suicidó tempranamente, a los 36 años. Vivió muchos años en París y se relacionó con muchos escritores y escritoras de su época. Se le puede reconocer el mérito de ampliar, con su trabajo poético, los límites del lenguaje convencional. Como ejemplo, dos botones:los poemas 11 y 13 del libro Árbol de Diana:

    11
    ahora
    en esta hora inocente
    yo y la que fui nos sentamos
    en el umbral de mi mirada

    y

    13
    explicar con palabras de este mundo
    que partió de mí un barco llevándome

    Blog

    Los Mejores Lentos para escuchar y sentir...


    martes, 5 de marzo de 2013

    El último gurú del arte colombiano


    Cuando Obregón y Grau estaban revolucionando la pintura colombiana a fínales de la década de los 50 y primeros años de los 60, desplegando la lección aprendida de las vanguardias europeas y cosechando elogios del verbo riguroso de la crítica Marta Traba, apareció Norman Mejía en el arte colombiano dando un salto adelante.
    Con una pintura expresionista, desgarradora, poseedora de una vehemencia plástica sin parangón en el horizonte de la plástica nacional, el artista caribeño se ubicó en la cúspide de la más avanzada pintura que se hacía en ese momento. El ímpetu estremecedor de su gesto y la espesura desenfadada de sus pinceladas le valieron el reconocimiento del jurado del XVII Salón Nacional de Artistas de 1965, y se hizo merecedor del Primer Premio por su óleo “La Horrible mujer castigadora”.
    La tela, que mostraba de manera exaltada y fustigante la sufrida realidad antropológica de la cultura colombiana, avivó el crepitante fuego de la vanguardia artística y despertó los más acalorados comentarios. Aparte del golpe demoledor que asestó Mejía sobre la todavía mayoritaria parsimonia de la pintura colombiana, sus frenéticas pinceladas y formas aullantes trascendieron la esfera del arte para aterrorizar a los adormecidos círculos culturales del centro del país. Esa audaz e irreverente pintura se ganó el aplauso de la crítica de arte más importante de la época, la argentina Marta Traba, que así lo manifestó en su artículo de El Tiempo de agosto 26 de 1965: “sus formas, sus colores, sus asociaciones, su imaginación deformante, su convulsivo y enorme mundo físico han socavado la edénica tranquilidad del arte colombiano que ni los relámpagos deslumbrantes de Obregón, ni la risa bárbara de Botero habían conmovido realmente a fondo”.
    Desde ese momento y hasta el día de su muerte, acaecida el pasado 24 de abril, Norman Mejía supo mantenerse fiel a sus convicciones estéticas y sin ceder un centímetro a los cantos de sirena de la fama, del elogio frívolo o del anatema infamante. Desde “descuartizador de mujeres” hasta “ángel satánico”, el artista tuvo que soportar los más supurados epítetos y señalamientos de aquellos que verdaderamente no comprendían su pintura.
    María Eugenia Castro, directora del Museo de Arte Moderno de Barranquilla, recuerda que Norman Mejía “fue poco comprendido en el Caribe, porque era un hombre diferente, de pronto estábamos más acostumbrados a una pintura decorativa, más realista, y él, con estos cuadros tan fuertes, no fue tan bien acogido aquí, pero en Bogotá fue un éxito, con las mejores críticas de la época y en los Estados Unidos lo mismo. Pienso que, cuando joven, él fue considerado una de las estrellas del arte colombiano”.
    “La horrible mujer castigadora soy yo!” tuvo que gritar el artista en su momento, queriendo decirle a todos aquellos rezagados en la comprensión de la evolución del arte moderno que más que reflejar pasivamente una parcela de la realidad, lo que el artista hacía era interpretar el sufrimiento de miles y miles de mujeres y hombres colombianos que vivían a diario las horrible noche de la violencia sociopolítica nacional. Y, de la misma manera, quería hacerle entender a sus despistados detractores que el pintor expresionista llora, sufre y su única manera de expresar todos esos sentimientos conflictivos es volcando sobre le lienzo, a golpes de brazo y pincel, su frustración e impotencia al no poder cambiar la pavorosa realidad.
    El historiador de arte, Álvaro Medina, lo supo captar muy bien cuando dijo: “Norman trasegó como un demonio en los horribles rincones de la violencia, la pasión y la locura del mundo infame que palpó a su alrededor. Norman asumió esta poética con tal fervor que se aisló a conciencia de sus semejantes y se entregó, cuando aún le quedaba media vida por delante, al misticismo de astrólogo reflejado en las pinturas de sus últimos años”.
    Esa reclusión consciente fue una de las facetas que más llamó la atención de la personalidad de Norman Mejía, hasta el punto que cada cierto tiempo en Bogotá y diversas partes del país la pregunta más escuchada era: ¿Dónde está Norman Mejía? La respuesta que pocos se imaginaban es que seguía pintando, con tal frenesí y dedicación que llenó de cuadros prácticamente todo su estudio y el apartamento donde vivía.
    Lo pude constatar cuando en un día de agosto del año 2000 lo fui a visitar en su apartamento de la carrera 53, a raíz de que tenía que escribir sobre su obra para el catálogo de una exposición en Buenos Aires, y tuve que abrirme paso en medio de tal arrume de cuadros que fue imposible encontrar un espacio amplio para dialogar con él y mirar toda su basta pintura.
    “Mejía demostró que los espíritus plenos se desbordan naturalmente y que riegan con su luz el arte en general. Aislado y protegido de lo que no fuera esencial, el suyo produjo ininterrumpidamente, y a lo largo de toda su vida, la obra más coherente y misteriosa de cuantas pudieran expresarse a través de esa técnica en América Latina” puntualizó el artista Álvaro Barrios.  
    La pregunta pertinente ahora es: ¿Qué va a pasar con centenares y centenares de pinturas que dejó el Maestro?  O como se preguntó, desde San Francisco donde reside, una artista de su generación, la barranquillera Delfina Bernal: ¿Qué pasará con ese legado tan importante difícil de superar que nos dejó Norman Mejía?
    Antes de formular la pregunta ya María Eugenia Castro me había comentado: “Recuerdo que él quería hacer en un lote que tenía en Puerto Colombia un museo con la obra suya. Ojalá fuera posible hacerlo, y ojalá que una parte de su obra pueda llegar al Museo de Arte Moderno, ahora que vamos a tener una sede nueva con un gran espacio”.  
    Como casi siempre sucede en estos casos, cuando fallece un importante artista y la producción de su obra artística se detiene, de seguro que lloverán las valoraciones y los homenajes póstumos, que probablemente no sean pocos, pero, para que todo no quede en mera formalidad y olvido, lo interesante sería que se proyectaran serias investigaciones sobre la vida y obra de este egregio pintor del caribe colombiano, que hizo historia en el momento en que se necesitaba la aparición de un artista con la potencia creativa y estética del ser Caribe.

    Quizás por su incuestionable lugar en la historia del arte colombiano, por el misterio de sus innumerables pinturas que nunca quiso exhibir, por su incomprendido y esotérico pensamiento divergente, su porfiada y célebre misantropía y su particular imagen arquetípica de monje ortodoxo con barba mesiánica y uñas pintadas de negro, quizás por todo eso, fue que el pasado miércoles, cuando los últimos rayos de sol de lo que fue una tarde brillante se posaban sobre su ataúd en el cementerio, y en medio de una atmósfera de nostalgia por los tiempos idos, alcancé a escuchar esta frase al final de un suspiro: “qué vaina! se murió el último gurú del arte colombiano”.